El Reconocimiento de la Divinidad Esencial


El sentimiento de que poseemos potencialidades superiores -nuestro reconocimiento innato de la divinidad esencial -adopta muchas formas, buenas unas y malas otras.

Se lo ha denominado "impulso evolutivo", el cual constantemente lleva el nivel de la vida del sentimiento o del pensamiento humano a un peldaño más elevado a la escala y, por tanto, hacia una mayor madurez. En la egoísta carrera para lograr el mejoramiento material frecuentemente se lo distorsiona dando por resultado el predominio de los impulsos humanos, tales como la codicia, el orgullo, la soberbia y la injusticia.

Por otra parte, quienes son más sensibles y se dan cuenta de sus limitaciones personales o aquellos a quienes se ha inculcado un exagerado sentido de humildad y pecanimosidad, con frecuencia se niegan a aceptar y obedecer este impulso interno, causando en sí mismos, represión, negatividad, desaliento y otros malestares psicológicos; el erróneo empleo de esta energía conduce también a la delincuencia juvenil.

El correcto empleo de este impulso interno es de gran importancia. Ha sido muy mal interpretado y gran parte de ello se debe a ciertas doctrinas teológicas que ponen el énfasis sobre la pecaminosidad del hombre y la dualidad, y no en la unidad de Dios y el ser humano. Esta no fue la actitud de Cristo que proclamó que todos los hombres eran hijos de Dios y, por lo tanto, divinos. La parábola de la levadura en la medida de harina fue una clara enseñanza simbólica de nuestra divinidad esencial

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