sobre la confusion entre la obra de guenon y la de schuon

FEDERICO GONZALEZ


Hay una corriente de personas que asocian las obras de estos dos escritores, no tanto por su contenido, sino porque es tan obvia la influencia del primero sobre el segundo, que prácticamente lo consideran a éste su seguidor, como es el caso reciente de Kathleen Raine (Temenos Academy Review, Spring 1998, London).
Otras más creen que la de Schuon complementa la de Guénon, sin tomarse el trabajo de comparar ambas obras, que se contraponen en más de un sentido.


Un tercer factor de confusión lo constituye el hecho del orden en que han sido leídos esos libros. Un lector que ha comenzado por Schuon seguramente ha descubierto cosas que no conocía -sobre todo quien se haya topado con sus dos primeros libros, los mejores,- y le estará por ello agradecido, sin reparar que es lo mismo que ha estado repitiendo René Guénon en artículos y libros desde veinte años antes que Schuon publicase algo. En este mismo sentido debe aclararse que esta circunstancia se da particularmente en los países anglosajones, especialmente en U.S.A. donde los amigos de Schuon han editado profusamente los libros de éste, pero sólo The Reign of Quantity and the Signs of the Times (trans. Lord Northbourne, 1953), o The Crisis of the Modern World (trans. Marco Pallis, 1962) de Guénon, es decir, aquellos en que se muestra con más claridad la actitud de rigor del autor respecto al mundo moderno, lo que supuestamente le haría antipático frente a un lector que debe despojarse de sus ilusiones para poder compartir su voz. Se destaca entonces la "dureza" de Guénon respecto a la obra balsámica de Schuon, donde el sentimiento y el humanismo están a flor de piel y se habla de Religión, Amor, Esoterismo, Eternidad...


Esos amigos, o discípulos, también se encargan de considerar a Guénon un "precursor" (o peor aún, un "loco", según puedo atestiguar de primera mano), pero lo utilizan como una introducción a sus autodenominados trabajos iniciáticos sufíes, e incluso en lengua castellana lo han (desprolijamente) traducido, aunque siempre previenen de su lectura a los candidatos a su organización -así ha sido al menos en España- haciendo referencia al autor y su estrafalaria figura. A esta "introducción" siguen las virtudes infinitas del gran Schuon, y por fin el secreto revelado: el Maestro tiene una organización iniciática, y es el único en Occidente capaz de otorgar una verdadera iniciación, cosa que Guénon jamás realizara por sus propias limitaciones, y porque finalmente estaba escrito que fuera a Schuon a quien le tocara la tarîqah y la barakah.
Pero volvamos al lector que, a la inversa del anterior, lee primero la obra de Guénon que la de Schuon: la de este último la encuentra carente de interés. No llega sino a las primeras páginas, hecha de menos la claridad, la lucidez, se encuentra con un tembladeral mental, una confusión que instintivamente rechaza, pese a momentos de cierta "genialidad", sin duda, e incluso la traza de profundas meditaciones que giran en torno a un número de temas limitados, los que sentidos muy intensamente, pivotean sobre el sujeto y sus experiencias en el plano intermediario, al punto de que por momentos se logra transmitir "algo". Para un lector que ha comenzado por Guénon, los libros de Schuon no son importantes sino enteramente prescindibles; ni qué decir de aquéllos que piensan que se lo deben todo al metafísico francés, y han comprendido que su obra es una fuente inagotable de doctrina, enfocada desde muchos aspectos y puntos de vista, igualmente tradicionales.
Estas afirmaciones, sin embargo, no pretenden disminuir la literatura de Schuon, que posee un valor, cualquiera que este sea, y que, sin duda, tiene lectores que creen que es sublime como otros piensan es ilegible; por mi parte considero, sin agregar ningún calificativo, que sus ejes estructurales y su contenido difieren completamente del pensamiento guenoniano, y es más, lo contradicen, no sólo en el tema de su famoso artículo "Mystères christiques" acerca de la eficacia iniciática de los sacramentos cristianos, en abierta rebeldía con la opinión de Guénon, sino en toda su obra (excluidos sus dos primeros libros ya citados) que, incluso en muchos aspectos, parece especialmente dedicada a establecer puntos de divergencia con el fin de separarse de Guénon, de su obra y figura.


Este es el caso de una contribución suya importantísima referida al tema de esta nota que servirá para confirmar lo anteriormente dicho. Se trata de un homenaje a Guénon de la revista Les Dossiers H aparecida en 1984 (René Guénon, L'Age d'Homme, Lausanne) que invitamos a releer. No es que anteriormente no hubiera escrito Schuon en este sentido. Al contrario, lo ha hecho en varias ocasiones; apenas muerto Guénon, Etudes Traditionnelles sacó un Nº de homenaje a su creador e inspirador, al que se le invitó a contribuir a Schuon, colaborador de la revista; su ambiguo y mezquino artículo -reproducido con su consentimiento, levemente alterado en otras publicaciones dedicadas a Guénon- es conocido por todos los que nos interesamos por el metafísico de Blois y su pensamiento.1
Pero volvamos a Dossier H y al artículo de Schuon llamado "Quelques critiques". En su presentación una nota del editor de Les Dossiers H nos dice: "Estas observaciones críticas del señor Frithjof Schuon están constituidas por notas personales escritas hace ya bastantes años y que el autor no había destinado a su publicación; pero estima que a fin de cuentas no hay ninguna ventaja en mantenerlas secretas por más tiempo, y nosotros le agradecemos que nos las haya confiado para insertar en este volumen."


En ese artículo el propio F. Schuon nos hace saber las diferencias que le separan de Guénon. Hace en él un examen estricto de los errores de la obra guenoniana, así como de sus diferencias a través de los más de veinte de años en que la siguió, a los que debe sumarse el tiempo que media entre la muerte de Guénon y la fecha en que fueron publicadas sus críticas, treinta y tres años que sumados a los anteriores nos dan un total aproximado de cincuenta y tantos años, periodo harto dilatado, en el que tuvo tiempo para establecer disimilitudes.
Transcribiremos en esta nota algunas de las objeciones de Schuon -en perfecto acuerdo con otras de Jean Borella, también en el mismo número de esa revista- para recordar lo publicado en 1984.
En todo caso, de todas esas formas distintas de ver las cosas, y sus opuestos puntos de vista, para decir lo menos, destaca para nosotros -y otros muchos- la impostura de sustituir a la Religión por la Metafísica, o Ciencia Sagrada.2
Desde luego que la Religión ha sido fundamental para la raza humana, especialmente en periodos oscuros, como bien lo observamos por el estudio de la Historia, y verdaderamente hubiera sido una bendición que en este fin de ciclo, tan sufrido para todas las instituciones, hubiese cumplido al menos con su función salvadora, pero no ha sido siempre así. En todo caso, el verdadero tema es el de la confusión entre ella y la Metafísica, entre lo exotérico y lo esotérico, es decir entre dos niveles de Conocimiento, que Guénon estableció con meridiana claridad, pero que aparecen mezclados en la literatura schuoniana, donde la Religión con toda su emotividad y su parafernalia sentimental parecería suplantar a la Metafísica de modo deliberado, pese al uso de términos como esoterismo, o mismo Metafísica.


En verdad, se trata de dos mundos distintos, análogos, y por lo tanto invertidos, que sólo se tocan en la superficie.
A esta altura únicamente nos queda recordar la distinción evangélica entre los nacidos de madre, Juan el Bautista, y los que no están condicionados por el nacimiento humano, Juan Evangelista, el discípulo amado. "En verdad os digo que no ha surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él." (Jn. 11, 11).
He aquí algunos fragmentos de lo que pensaba Schuon sobre Guénon y su obra en los últimos años de su vida. El autor suizo empieza diciendo:
" … este mérito insigne no debe impedirnos -ya que 'no hay derecho superior al de la verdad'- constatar los fallos a menudo extraños que comporta la obra guenoniana; señalarlos no es desconocer los méritos del autor, es muy al contrario proteger el contenido esencial del mensaje; es en cierto modo proteger a Guénon contra él mismo." (p. 56).


"Guénon parece no conocer más que la siguiente versión de la doctrina hindú de los ciclos cósmicos: los cuatro Yugas forman un Manvantara; catorce Manvantaras forman un Kalpa,es decir el 'desarrollo total de un mundo'. Ahora bien según el Manava-Dharma-Shâstra y diversos Purânas, los cuatro Yugas forman un Mahâyuga; mil Mahâyugas forman un Kalpa; setenta y un Mahâyugas forman un Manvantara, catorce Manvantaras forman un Kalpa, luego equivalen a mil Mahâyugas. En ningún escrito de Guénon se encuentra la menor alusión a esta doctrina puránica de los ciclos: demasiado importante sin embargo para poder silenciarse." (p. 57).
"Guénon da demasiado gustosamente la apariencia de un saber inmenso -que apenas posee- … " (p. 57).
"En más de una ocasión, se tiene la impresión de que Guénon lee en los documentos aquello que desea encontrar en ellos". (p. 58).
"Hay en Guénon una curiosa confusión entre continentes y contenidos: por ejemplo, afirma que la palabra 'ideal' no significa nada porque todo el mundo puede usarla para no importa qué; lo mismo sería decir que la palabra "animal" no significa nada porque se la puede entender referida a cualquier especie, y así sucesivamente. O tomemos la afirmación de que el Hinduismo no es una 'religión' porque no está compuesto de los tres elementos 'dogma, moral, culto': aparte de que estos elementos se encuentran forzosamente en él de una cierta manera, el Hinduismo es con toda evidencia una religión puesto que concierne a realidades a la vez metafísicas y escatológicas. Lo que es típico de Guénon, es que prefiere decir que el Hinduismo no es una religión a decir que es una religión de un género diferente." (p. 59).
Y sigue... : "No sé de dónde ha sacado Guénon esa enumeración de las cinco condiciones de la existencia física, que él llama 'corporal': el espacio, el tiempo, la forma, el número, la vida; estoy de acuerdo con las cuatro primeras, pero no con la vida, …" (p. 60).
"Cierto, existe tradicionalmente el secreto, pero es menos arrogante y a menudo más contingente que en Guénon; muy paradójicamente, Guénon parece por lo demás perder gustosamente de vista que la doctrina es siempre algo relativamente exterior; él es el primero en admitirlo, pero de hecho, parece a menudo olvidarlo, y esta no es la única de sus inconsecuencias."
"Es un rasgo característico en Guénon que los significados metafísicos le hacen perder de vista los significados físicos … " (p. 63).
"Guénon parece tener una especie de alergia contra todo lo que es propiamente humano, de ahí su opción por lo 'ritual' en contra de lo 'moral' por ejemplo." (p. 66).


Y con respecto a la Masonería: "... la Masonería es una iniciación artesanal, si es que lo ha seguido siendo, -pero ahora no es esa la cuestión-, y se nos ha dicho que pretende la realización del 'estado primordial', lo que equivale al final de los 'pequeños misterios'; y a continuación se nos pide que creamos que es en el seno de una cofradía así que se persigue metódicamente la realización, no solamente de los 'grandes misterios', ¡sino incluso de la supereminencia espiritual de los Profetas! Pero, ¿de dónde vienen, dicho sea de paso, esos 'altos grados' perfectamente irrealistas y sincretistas, y sin ninguna proporción, en cuanto a su género, con la grandeza de los Avatâras?
Pues, se produce en la Masonería el grado supremo -si es que esta palabra 'grado' aún tiene sentido aquí- de la espiritualidad universal, y es administrativamente registrado, firmado, etiquetado; ¿se ha visto alguna vez a un Avatâra dejarse regimentar* en una jerarquía prefabricada como sociedad secreta? Y ¿por qué ese lujo demencialmente inesperado de una presencia avatárica? Para aportar a toda la 'organización iniciática' -a saber la Masonería escocesa- ¡'las influencias destinadas a vivificarla'! (p. 66-67).
Y más adelante: "Guénon, con su aversión matemática por todo lo que es concreto y humano, pierde curiosamente -y trágicamente- de vista la cualidad intrínseca de la subjetividad; de ahí su diligencia en disolver la persona humana, que le es 'metafísicamente' odiosa, en un sistema innumerable de abstracciones..." (p. 72).


Y concluye: "Uno de los puntos más débiles de la obra guenoniana es sin discusión posible la subestimación del hombre occidental, -no del hombre moderno, pues en este aspecto Guénon tiene mil veces razón- y correlativamente, la sobreestimación del hombre oriental y del estado actual de las civilizaciones tradicionales. Ahora bien para juzgar de estas cosas, hay que saber, ante todo, lo que es el hombre, no basta con conocer los principios, igual que tampoco basta con tener la noción del 'Principio Supremo' para saber lo que puede hacer, o no hacer, el Dios vivo. El sentido de la metafísica exige imperiosamente el sentido de lo humano, al igual que la verdad, en la medida en que es elevada, se sitúa necesariamente en un ambiente de santidad..." (p. 80).
A este material debemos agregar para finalizar, unas frases de su "Note sur René Guénon" (Cahier René Guénon, L'Herne, París 1985) con las que honestamente no estamos de acuerdo, al igual que con las anteriores:
"Otra objeción -o pregunta- es la siguiente: ¿cómo explicarse las imperfecciones y lagunas -en resumidas cuentas sorprendentes- en la obra de Guénon, dada la cualidad substancial del autor? Pero estas lagunas, precisamente, no eran para nada del orden que se opone a esa cualidad; eran por así decir 'accidentales' y 'superpuestas' y no tenían ciertamente nada de pasional ni de mundano. Eran más bien hipertrofias o asimetrías, en parte traumatismos, reforzados por la ausencia de factores compensatorios en el alma y en el ambiente". (p. 367).
¿Quién nos puede censurar el recordar estas cosas a raíz de la muerte de Schuon?

Notas
* Publicado en francés en la revista Vers la TRADITION, dirigida por Roland Goffin, en su Nº 74 "A propos de Frithjof Schuon" (Décembre 1998 - Janvier - Février 1999).
1 "La définition de l'oeuvre de René Guénon tient en quatre mots: intellectualité, universalité, tradition, théorie"; " … cette oeuvre est 'théorique', car elle n'a pas directement en vue la réalisation spirituelle" (E. T. Juillet-Novembre 1951, París, p. 256). Con esta perspectiva Schuon sería el realizador de esa teoría que Guénon anunciaba.
2 Al colocar en primer lugar a la Religión se destacan los valores individuales, relacionados con la salvación personal; al contrario, si se subraya el No-Ser como origen del Ser se insiste en la preeminencia de la Metafísica sobre la Religión, es decir de lo Universal sobre lo particular.


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