Gnosis Y Gnosticismo


La palabra Gnosis suscita sospechas en algunos ámbitos del cristianismo, no sin parte de razón, pues en su nombre numerosas herejías antiguas y modernas se han refugiado. Sin embargo es necesario no tirar "al niño con el agua de la bañera" ya que es mucho lo que nos jugamos con esa falsa maniobra. Es lamentable que con el legítimo deseo de denunciar y rechazar los errores se deje de lado la alta vertiente "sapiencial" que siempre debe de estar presente en todas las espiritualidades junto a la "devocional" y a la de "acción". Las consecuencias de ello son nefastas y las estamos viendo y padeciendo.
Es también lamentable que personas inteligentes e inspiradas, y que nos consta que están instruidas - y quizás deberían estarlo más profundamente...- sigan confundiendo gnosis con conocimiento racional y como consecuencia de ello colaboren más a la desorientación que a la iluminación del ya de por si confuso mundo espiritual de hoy en día.
En un deseo de aclarar conceptos y actitudes se ha formulado la misma pregunta a varios autores, he aquí sus respuestas:

¿Existe una visión gnóstica del cristianismo? ¿La Tradición cristiana-católica admite un fundamento gnóstico?

Luc-Olivier d'Algange. Gnosis: esta palabra conoce tanto adeptos enérgicos como matones que, en su intransigencia, se asemejan. A menudo las justas filosóficas no son más que querellas de vocabulario. Cuando el pensamiento, más allá de un legítimo cuidado de acepción, se deja fascinar por la palabra, el entendimiento se oscurece. Estas querellas terminológicas y de procedimiento, enfrentan desgraciadamente unos contra otros a los hombres y a los pensamientos a lo que todo, por otra parte, debería unir. Ideas hechas para caminar concertadamente, para concurrir al mismo edificio de belleza y de grandiosidad se encuentran así separando a los unos de los otros, escindidos en facciones hostiles. Los enemigos de lo Verdadero, de lo Bello y del Bien se benefician ampliamente de estas divisiones que añaden a las notorias argucias del nihilismo, el espectáculo de la derrota de la Idea.
Por regla general, convendría no abandonar nunca a nuestros enemigos nuestro bien más precioso por la simple razón de que a ellos les gusta servirse de él. Bajo el pretexto de que la gnosis fue antiguamente reivindicada por las sectas falaciosas, algunos quisieran hoy en día abandonar su uso a los extravagantes.
Convoquemos una vez más el arte heráldico por excelencia: la etimología, que recuerda que la Gnosis no es otra cosa que el Conocimiento tal como lo hemos heredado de los Griegos. Este conocimiento se distingue de las ciencias profanas, porque está orientado por la claridad divina del Logos. Que hubiera, más tarde, sectas llamadas "gnósticas" para proclamar la malignidad radical del mundo -y presagiar así el nihilismo de los tiempos modernos-, eso ciertamente no quita nada a la legitimidad del Conocimiento.

73 Todas las respuestas han sido extraídas del libro: "LA DROITE DU PÈRE: enquête sur la Tradition catholique aujourd'hui" de Eric
Vatré, Guy Tredaniel Editeur, ISBN 2-85707-651-7.

La sabiduría viva, audaz y conquistadora de la Tradición nos enseña a desear conocer todo salvo aquello que destruye todo conocimiento. Por lo mismo que esta sabiduría nos invita a tomar todas las libertades excepto aquellas que anulan a la libertad misma en sus prodigiosas posibilidades.
Es por eso que importa establecer bien los ámbitos respectivos del Conocimiento y de la Fe que no se confunden en nada pero que no pueden existir la una sin el otro. Desde el momento en que el Conocimiento se vuelve enemigo de la Fe, este se anula a sí mismo en esa derrota profanadora que inaugura, en Occidente, el furor faustico.
El gnosticismo funesto, en el que se realiza la inversión del Conocimiento, su auto- aniquilación nihilista, no es tanto el de los Albigenses o de los Cátaros como el del existencialismo y el del materialismo modernos que pretenden nada menos que imponer una explicación global del mundo del cual el Sentido está ausente. Así, se podría decir que el gnosticismo nihilista es a la Gnosis lo que el sofisma es a la Sofía.
Inversamente, una Fe hostil al Conocimiento no es un peligro menor, ya que ella somete la religión al fundamentalismo y al moralismo de las ideologías laicas. La Fe y el Conocimiento viven de su unión y perecen de su desunión.
El término de Gnosis tiene la ventaja, una vez liberado de sus abusivas connotaciones nihilistas, de indicar claramente que el Conocimiento en cuestión es sagrado, que concierne a los estados del ser y no a las condiciones del hombre y del mundo.
Las catedrales testimonian magníficamente esta enseñanza del conocimiento del ser. Si es verdad que ellas exaltan la Fe y la emoción mística, no por ello dejan de ser, bastante más allá de toda subjetividad, esos libros de piedra que nos traen el mensaje preciso de un arte de la interpretación y del símbolo del cual la virtud, eminentemente objetiva sería, en efecto, el fundamento gnóstico del catolicismo.

¿Existe una visión gnóstica del cristianismo? ¿La Tradición cristiana-católica admite un fundamento gnóstico?

Jean Borella. La palabra "gnosis" está cargada tan negativamente, en los medios cristianos, tanto de derecha como de izquierda, que es imposible emplearla sin suscitar un inevitable movimiento de sospecha y de condena. Y este rechazo no hace más que ampliarse. Todo es calificado de gnosis, basta con pronunciar esta palabra para tachar de infamia un libro, una tesis, un pensamiento. Una excepción: el Padre Luis Bouyer, que ha escrito una excelente obra titulada Gnôsis. Pero todo el mundo no tiene el coraje y el saber del Padre Bouyer. En cuanto a mí, me he encontrado criticado a la vez por guenonianos de estricta observancia y por católicos barruelianos. Me hubiera gustado que tanto unos como otros afinasen sus violines. Pero es poco probable que lleguen a hacerlo...
Resulta -es un hecho incontestable- que San Pablo seguramente, y quizás San Lucas, han empleado la palabra gnôsis en un sentido técnico preciso, y que la tradición patrística les ha seguido. Es más fácil ignorar este dato y extenderse en invectivas virtuosas, que refutarlo y sacar de él las consecuencias que impone. Si no, la encarnación no sería plena y total y se cae en el docetismo. O bien el mundo, el cosmos, es pura y simplemente lo que el materialismo científico nos dice de él, y entonces los milagros de la vida de Cristo (como la Ascensión) son rigurosamente imposibles; o bien se admite que hay, en la naturaleza misma del cosmos, una potencialidad sacral actualizada por la venida de Cristo a él. Se puede también, es verdad, contentarse con afirmar que estos milagros son exclusivamente e integralmente el efecto de la potencia divina, lo que es incontestable, pero conduce al sobrenaturalismo y revela el fideismo. Tarde o temprano, estas dos actitudes conducen a la negación de la encarnación, como se ve en ciertas ramas del luteranismo. Tal es el primer interés, teológico, de un conocimiento de las diferentes manifestaciones de lo sagrado.
El segundo interés es relativo a la liturgia, o dicho de otra manera; al arte sagrado. Admitir que hay una potencialidad sacral objetiva del cosmos, es afirmar que hay, en el mundo, seres, relaciones, calidades cósmicas capaces de entrar en un proceso de sacralización, y por lo tanto capaces de expresar las realidades divinas y comunicar la virtud de ellas, y otras que lo son menos o no lo son nada. El arte sagrado (del que la liturgia es el centro), es decir la puesta en forma, con la ayuda de los elementos del mundo, de realidades supra-formales y supra-mundanas, en una palabra "sobrenaturales", el arte sagrado, digo, implica entonces la posesión de una ciencia objetiva, perfectamente rigurosa, a la que se debe llamar la ciencia sagrada del simbolismo. Ninguna ciencia hoy en día es más desconocida. Todo el mundo está persuadido de que las formas litúrgicas son asunto de sensibilidad y de genio. Nada hay más falso. En realidad, la producción de formas litúrgicas obedece a leyes rigurosas, cuyo conocimiento parece enteramente perdido. Es suficiente con comparar una catedral gótica o un aleluya gregoriano a una iglesia moderna, incluso "genial", o a un aleluya moderno, incluso mozartiano, para darse cuenta de ello.

La gnosis, en el lenguaje neo-testamentario y patrístico, designa un modo particular de conocimiento, aquel en el que la fe, profundizándose, comienza a llegar a ser intelectualidad sagrada, fruición mística, y por lo tanto una simple especulación racional. La gnosis consiste, al menos desde ciertos puntos de vista, en la cualidad contemplativa de la intelección teológica, es decir, en la capacidad que tiene la inteligencia vivificada por el amor de contemplar los conceptos teológicos como símbolos de las Realidades transcendentes y sobreinteligentes que esos conceptos hacen presentes en nuestro espíritu. Siendo símbolos, estos conceptos deben ser también sobrepasados, y por lo tanto la gnosis positiva debe hacerse gnosis negativa, "nesciencia"; pero este sobrepasamiento mismo se efectúa bajo la guía del símbolo conceptual.
La palabra "gnosis" puede también ser tomada, no en sentido activo, sino en sentido pasivo u objetivo: aquello que se conoce. Puede también designar una doctrina o ciencia conteniendo los objetos más o menos misteriosos que alcanza la gnosis en acto. Ocurre también que se pueda hablar de aquello que en realidad se ignora: esa es la "gnosis que infla" y que no es nada con respecto a la caridad.
Ocurre finalmente que muchos orgullosos y heréticos, fascinados por el aura misteriosa que rodeaba este modo de conocimiento, hayan usurpado el uso de esa palabra y se hayan designado a sí mismos como "gnósticos". He mostrado, en efecto, en un estudio sobre "La gnosis de verdadero nombre", que este adjetivo nunca ha calificado una secta, un movimiento, una escuela, sino un estado espiritual que se pretende poseer, y en nombre del cual uno puede creerse liberado de las reglas morales y de la ley común.

Sería sin duda imprudente emplear un término tan comprometedor y también tan comprometido. Pero yo no lo lamento. No soy yo sino toda la Tradición cristiana la que ha llamado gnôsis a la inteligencia de la fe, particularmente a aquella que crece, bajo la gracia del Espíritu Santo, en la lectura de la Santa Escritura. Y es primeramente San Pablo el que "considera todo como una perdida al lado de la gnosis suprema de Jesucristo, mi Señor" (Fil.
III,8). Es necesario que este conocimiento sea otra cosa que el conocimiento ordinario; y que sea otra cosa no solamente en su objeto, lo cual es evidente, sino también en su mundo, es decir, en tanto que conocimiento. Si no, no habría ninguna diferencia intrínseca entre la inteligencia de un ateo y la de un creyente cuando los dos hacen teología. Sin duda la inteligencia es una en su esencia, pero ella no lo es en sus modos de actualización. El cristiano moderno ignora esta distinción de modos. Él dice bien que la fe es un conocimiento, pero, luterano de hecho incluso si se cree tradicional, él no cree verdaderamente en esta dimensión cognitiva de la fe, en el acto propio del intelecto en la fe. En el fondo, la fe, para él, revela la voluntad y la gracia, no la inteligencia, y la palabra conocimiento no tiene, en este contexto, más que un significado metafórico. La fe nos revela la existencia de realidades sobrenaturales que se aceptan (o que se rechazan si la fe está ausente), pero de las cuales no hay ninguna experiencia cognitiva.
Una tal pre-concepción implícita de la fe corresponde no a la verdad de las cosas, sino a los hábitos epistemológicos del mundo moderno, para el cual no hay más conocimiento que el empírico o científico. Más allá, se penetra en el ámbito de la creencia. No es esa la concepción de san Pablo, la de los Padres y Doctores. Más allá del conocimiento empírico y científico, hay lugar para un conocimiento metafísico, y más arriba todavía, para un conocimiento sacral o místico. Esta posibilidad de un conocimiento sobrenatural no es actualizada más que bajo la gracia de la recepción del objeto de la fe. Esta posibilidad es entonces negada por aquellos que rechazan este objeto; a pesar de que la concepción epistemológica moderna -concepción dominante- corresponde en realidad a una verdadera mutilación de la posibilidad cognitiva.

Tocamos aquí un punto fundamental, el de una capacidad naturalmente sobrenatural de la inteligencia, y este punto hace correr ríos de tinta. Debo conformarme aquí con unos breves comentarios. Yo diré solamente que la inteligencia, en su esencia pura, sobrepasa el orden de la naturaleza, a pesar de que, en su acto cognitivo ordinario, sea dependiente de la experiencia de las criaturas. Pero ella está, en sí misma, orientada hacia lo Transcendente; está hecha para horizontes divinos en infinitos, siendo en sí misma desprovista de forma, puesto que puede recibirlas todas, e ilimitable. Ninguna criatura puede actualizar la potencia propia del intelecto. Solamente el conocimiento de fe tiene la posibilidad de actualizar su capacidad sobrenatural; o, al menos, de llevar la inteligencia a producir un acto cognitivo que comienza a revelar a la inteligencia misma su propia naturaleza deiforme. Un tal conocimiento es intermediario entre el conocimiento natural y el conocimiento beatífico del intelecto deificado. Frente al conocimiento natural, parece en primer lugar oscuridad y tiniebla y parece relacionarse con el amor y la voluntad más que con la clara visión. Sin embargo es un verdadero conocimiento, dotado de una verdadera inteligibilidad, por poco que la inteligencia se habitúe a vivir, por la oración, los sacramentos, la lectura santa, en el universo de las realidades reveladas. Y esto no está quizás sin relación con lo que se ha llamado la "contemplación adquirida". Ya que este conocimiento en la fe, que es en lo que consiste la gnosis verdadera (según mi punto de vista) no debe de ser concebido como infusión de una gracia particular, como un acontecimiento místico extraordinario y que el alma podría solamente padecer. Si así fuera, no habría lugar para hablar de conocimiento en el sentido propio y activo del término. No es una "iluminación" súbita y efímera, aunque la gnosis pueda comportar tales relámpagos intelectivos -ya que el Espíritu sopla donde Él quiere y cuando Él quiere- sino que estos relámpagos no son "visiones", son "captaciones de evidencias", son "comprensiones", con "tomas de consciencia". Seguramente, con relación al conocimiento beatífico, la "gnosis en la fe" es ella misma oscuridad e ignorancia. Y sin embargo, desde otro punto de vista, se puede decir también que en la fe, el Cielo todo entero nos es dado. Pero nosotros no lo sabemos.
Hoy en día, la idea misma de gnosis y de conocimiento sagrado es, o completamente ignorada, o violentamente combatida. Y sin duda es así combatida a causa de la ignorancia de su verdadera naturaleza. No era esa la concepción -ni el lenguaje- de los Apóstoles, de los Padres y de los Doctores. Ningún historiador serio y objetivo puede negar que la Tradición cristiana haya reservado la palabra "gnosis" para la designación de este conocimiento específico, obra del Espíritu que, por el "don de la gnosis" (o "don de ciencia") opera el "don de la inteligencia", es decir, dando la gnosis, da la inteligencia a sí misma, porque Él actualiza en ella, y por lo tanto revela, su propia capacidad sobrenatural. Yo he llamado a esta operación, en La Charité profanée, la "pneumatización del intelecto". San Pablo pedía a sus discípulos que estuvieran colmados de esta gnosis (Ro., XV, 14). Cristo mismo reprocha a los "doctores de la ley" de haber robado la "llave de la gnosis":

"Desgraciados, vosotros, los hombres de la ley. Habéis tomado la llave de la gnosis. Vosotros mismos no entráis, e impedís que entren los demás" (Luc, XI, 52)

Reconocer la gnosis, dar la llave de la gnosis, es en primer lugar creer en su existencia, tener fe en la inteligencia y su capacidad sobrenatural. Condenar la gnosis a la designación exclusiva de herejía, como se hace hoy en día, es confirmar la victoria del diablo sobre la más alta posibilidad del espíritu humano, es dar la razón a las falsificaciones y a los impostores del conocimiento sagrado. La respuesta a la proliferación de sectas se resume en dos palabras: restaurar el orden litúrgico y la belleza de su misterio; reabrir, en la inteligencia de la fe, la puerta de la gnosis.

¿Existe una visión gnóstica del cristianismo? ¿La Tradición cristiana-católica admite un
fundamento gnóstico?

Jean Hani. Cuestión ardiente y que levanta torbellinos en los medios católicos; es un viejo debate, pero que conoce una reactivación de actualidad por la emergencia de eso que se llama Nueva Era. Ahora bien, sobre este problema todo lo que se dice y se escribe en el ámbito católico, tanto que sean tradicionalistas o no, es uniformemente viciado tanto en unos como en otros por un desconocimiento completo del tema debido al hecho de que se confunde gnosis ortodoxa y gnosis heterodoxa, debiendo esta última ser llamada, para más claridad, gnosticismo. Esta gnosis heterodoxa es la herejía, por otra parte multiforme, condenada por la Iglesia en los primeros siglos. Ciertamente, el discernimiento entre las dos gnosis es delicado porque la gnosis herética está constituida de una mezcla de verdad y falsedad: sus autores han tomado elementos de diversas fuentes, a menudo incompletas o ya falsificadas, o bien han modificado ellos mismos tal o cual enseñanza recibida para acomodarla a sus deseos, tras lo cual han mezclado estos elementos con otros, que pertenecen a la gnosis ortodoxa, y así han fabricado un bricolaje heteróclito, pleno de errores y que la Iglesia ha condenado con todo derecho. Pero, lo que hay que decir, es que, después de siglos, especialmente después de la Edad Media, las gentes de la Iglesia se obstinan en no conocer más que este gnosticismo que perpetuamente confunden con la gnosis ortodoxa que la inmensa mayoría de entre ellos, es necesario decirlo, no conoce.
Porque, y ahora respondo directamente a la pregunta, existe una gnosis ortodoxa cristiana. ¿Qué es, en efecto, la gnosis? La palabra, que es griega, y que se encuentra a menudo en los escritos de San Pablo, significa "conocimiento", pero designa un conocimiento particular, en profundidad, de naturaleza no sicológica ni racional, sino ontológica, un conocimiento por el interior. Esta gnosis cristiana se establece a dos niveles: el de la religión propiamente dicha y el de la cultura. Al nivel de la religión, la gnosis se basa en las verdades mismas que el cristianismo enseña a todo el mundo -lo que es su carácter específico- y que, en otras tradiciones, pertenece al ámbito del más riguroso esoterismo y de la iniciación. El contenido de la gnosis cristiana no es otro que las mismas verdades, pero percibidas en toda su extensión y toda su profundidad. Una tal percepción no está al alcance de todos y, además, no es deseada por todos; esta percepción está reservada, no por principio, sino por la fuerza de las cosas, a una élite espiritual. Hay una manera de considerar, no por razonamiento, sino por una intuición espiritual que es una gracia del Espíritu Santo, los grandes dogmas cristianos, que revela otra cosa que lo que se ve habitualmente. Es suficiente, por ejemplo, sondear a fondo el dogma de la filiación divina por el bautismo y la eucaristía a la manera de la mística renana, para que uno se encuentre cogido por un vértigo ante el abismo que el misterio oculta, mientras que la mayor parte de los creyentes permanecen en la superficie de los enunciados dogmáticos incluso si los viven realmente. Las verdades asombrosas del cristianismo son desgraciadamente devaluadas por el uso, lo cual es fatal, y un gran número no ven ya más en ellas su profundidad. Lo que digo de los dogmas es igualmente verdadero para los ritos que pueden ser captados solamente en su exterioridad o por el contrario comprender en su interioridad. Esta gnosis cristiana extrae su origen de la tradición oral de los Apóstoles, de la cual hay huella y formulación en varios de los Padres y de una manera que se puede llamar casi "normativa" en Dionisio Areopagita, al cual yo añadiría Máximo el Confesor y su epígono occidental Scot Erigena. De ahí ha salido toda la alta mística tanto en Oriente como en Occidente. Esta gnosis ortodoxa es bien el fundamento del cristianismo puesto que ella no es nada más que la verdad total y última del contenido de los dogmas. He aquí para la gnosis cristiana un nivel estrictamente religioso.
Pero, como lo he dicho más arriba, esta gnosis se extiende más allá de los límites del ámbito religioso estricto, ya que en una civilización normal, como lo fue, por ejemplo, la de la Edad Media, es toda la vida de los hombres, en todos los planos, la que está integrada en una perspectiva espiritual: es el caso, en particular, del ámbito de la cultura que es antes que todo el ámbito del conocimiento. Aquí la gnosis es el fundamento primero de la ciencia tradicional para el conocimiento del mundo y del hombre, es decir, la metafísica -la que he definido hace poco y que es un conocimiento supra-humano-; de esta metafísica derivan los principios de todos los otros conocimientos y ciencias: cosmología sagrada, geometría sagrada, numerología, astrología, alquimia, arquitectura, etc..., todas las cuales tenían como objetivo esencial contribuir a conocer mejor a Dios y ayudar al hombre a acercarse a él y no, como es el caso hoy en día, a hacer aplicaciones de orden práctico y técnico: siendo estas últimas ámbito del artesanado. Estas ciencias no eran cristianas en su origen, venían, por intermediación de diversas culturas anteriores al cristianismo, de la gran Tradición sagrada universal; pero han sido integradas en el cristianismo y en su perspectiva espiritual; ciencias perfectamente ortodoxas y que fueron practicadas por los clérigos, los monjes, los obispos y los papas. Ciertamente, ha ocurrido que estas ciencias se han desviado y han sido utilizadas

¿Existe una visión gnóstica del cristianismo? ¿La Tradición cristiana-católica admite un
fundamento gnóstico?

Michel Michel. Conviene antes que nada distinguir el concepto de Gnosis de los gnosticismos dualistas (el maniqueísmo es la herejía metafísica por excelencia) o de las "falsas gnosis" denunciadas por san Ireneo. Si no la cuestión no se plantea siquiera. Por el contrario, evocar la "falsa gnosis" implica la legitimidad de una verdadera y legítima gnosis. La idea de una vía específicamente ligada al conocimiento se plantea en dos niveles.

a) Se refiere en primer lugar a una antropología tradicional (incluso si Georges Dumézil la ha puesto en evidencia por sus estudios efectuados en el campo indoeuropeo): el hombre vive e interacciona en tres esferas: la de las cosas, la de los otros y la de las representaciones. De ahí viene la vieja constitución de las sociedades indoeuropeas: el clero (brahmanes), la nobleza (kshatryas) y el tercer estado (vasyas y schudras). En el seno de la cristiandad común, cada
uno, según su estado, prosigue una vía espiritual especializada:

la de las bellas y de las buenas obras para aquellos que pertenecen a los "laborantes",
la de la guerra santa, del doble combate exterior para restablecer el orden del mundo, la defensa de la viuda y el huérfano por una parte, e interior contra (o con) sus pasiones por una parte, vía de devoción y de "pasiones" (de ahí el amor cortés). Es la vía de los
"beligerantes",
finalmente la vía particular de los "orantes" y la del conocimiento, de la con- Templación (hacer el Templo con), de la gnosis...

Que no se oponga el conocimiento al amor porque, en la práctica, combate o conocimiento, cada una de las vías es una manifestación del amor; sobre todo el conocimiento si recordamos que en hebreo es la misma palabra que se traduce tanto por conocer, como por amar carnalmente...74. Sin duda en el Occidente cristiano no tenemos la misma visión exclusiva que una sociedad de castas como la de los hindúes. Todo bautizado es llamado a estas tres vías, pero en proporciones muy variables. Según su vocación, el acento se pone en una diferente vertiente del amor. Cada una de estas vías puede ser subvertida, el conocimiento (un desconocimiento en realidad) puede engendrar el orgullo... Sin duda, pero no más que el activismo de las buenas obras o el deseo de los frutos de la victoria...


74 "Sin ninguna duda, el amor de Dios se identifica con su conocimiento mismo: no se Le conoce más que amándolo; no se Le ama más que
conociéndolo. Si, de esta manera, el conocimiento mide el amor, el amor mide el conocimiento" (Guillermo de Saint-Thierry, Exposición
sobre el Cantar de los Cantares).

b) Pero la idea de gnosis no supone solamente una polarización sobre el conocimiento, sino también la existencia de modalidades de adquisición (o de descubrimiento) de ese saber distintas de las procuradas por la actividad mental especulativa y discursiva. Esta capacidad puede expresarse bien en términos platónicos como anamnesis, las "ideas innatas" que se trata de reencontrar en sí (el conocimiento es un reconocimiento), bien en términos de intuición, es decir, de conocimiento inmediato y no conceptual. La existencia en el hombre de una capacidad intelectiva apta para conocer directamente la verdad metafísica, incluso fuera de toda Revelación, es una tesis tradicional completamente ortodoxa. Santo Tomas escribía así que "los principios son naturalmente conocidos: el error que lleva en ellos viene de una corrupción de la naturaleza" (Contra Gentiles, libro 4, cap. XCV).
Esta facultad intelectiva permite además distinguir bien lo síquico (de lo cual forman parte las facultades mentales) de lo espiritual y recuperar así la antropología tradicional que la Iglesia ha profesado hasta la edad "clásica" de los dualismos cartesianos: el cuerpo, el alma y el espíritu que escapa a toda determinación mundana. Naturalmente, distinguir este modo de conocimiento totalmente "pneumatico" de las facultades síquicas no conlleva que se haya que oponer unas a otras. Por el contrario, una justa especulación teórica, la rumiación de los símbolos y la concentración (ir hacia el centro) obtenida por ejercicios espirituales (cuyas dimensiones de técnicas corporales son evidentes) son una excelente preparación a este conocimiento contemplativo.

c) El objeto de esta gnosis es, por lo tanto, el re-descubrimiento "de los principios", la metafísica, el conocimiento del ser, la intuición del orden que sustenta (sostiene por debajo) la creación, el lugar del hombre en esa creación, pero sobretodo de aquello que en "el hombre sobrepasa al hombre", de aquello que está por encima de la naturaleza y de su naturaleza, y finalmente del conocimiento de Dios. Sin pretender además hacer economía de la Revelación y de todo lo que los dogmas han podido fijar sino por el contrario apoyándose en estos... ¿Deberíamos mantenernos exclusivamente en aquello que ha sido revelado explícitamente como lo quisieran los fundamentalistas? Mientras que la Escritura misma reconoce su carácter parcelario: "Mucho podría deciros aún, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga él, el Espíritu de la Verdad, os guiará hasta la Verdad completa" (Juan, XVI, 12). Comentando el último versículo del Evangelio de Juan, Santo Tomás declaraba: "Jesús ha realizado todavía muchas más acciones. Si se describieran en detalles, el mundo no bastaría, pienso yo, para contener los libros que se escribirían". Además lo que la iglesia llama Tradición, una de las dos fuentes de la fe con la Escritura, ¿no es la capitalización y la transmisión de las intuiciones de los doctores de la Iglesia? No hay por qué oponer Tradición y fijación de los dogmas, no más que el exoterismo al esoterismo. Los dogmas y la ortodoxia bien comprendidos no son barreras, sino caminos (a veces estrechos como el filo de una navaja y entonces el dogma nos mantiene en esta situación "insostenible" -pienso por ejemplo en las dos naturalezas de Cristo en una sola Persona). Iluminar el camino, delimitarlo para que el fiel sea guiado hasta la experiencia posible de este conocimiento paradójico, de esta "docta ignorancia", de esta "nube del no-saber" de la que hablan las teologías apofáticas y que sobrepasa todas las especulaciones teológicas...

d) Si el hombre es capaz de conocer tales maravillas ¿es que no hay lugar para intentar comprender este misterio del hombre "capax dei"? tanto más que en la teoría tradicional del conocimiento (co-nacimiento), "lo mismo conoce a lo mismo"... "La metafísica afirma la identidad fundamental del conocer y del ser... y como esta identidad es esencialmente inherente a la naturaleza misma de la intuición intelectual, ella no lo afirma solamente, ella lo realiza", escribe René Guénon (Introducción General al Estudio de las Doctrinas Hindúes). No para enorgullecernos de esta facultad que nosotros "poseeremos", sino por el contrario para reconocer el Espíritu, la Gracia, la energía divina que está en nosotros mismos; esta "fina punta del espíritu" que no es creada sino emanada. En este sentido, la intuición puede también ser llamada -hablando con propiedad- inspiración: "Nadie conoce los misterio de Dios, sino el Espíritu de Dios, y es este Espíritu que nosotros hemos recibido para conocer los dones que Dios nos ha hecho", escribe san Pablo (Corintios II, 11-13).

e) Debo finalmente decir cuanto me molestan esos reflejos condicionados tanto en ciertos medios "tradi" como en el aparato oficial de la Iglesia de Francia, que consisten en poner bajo sospecha de resurgencia de la "eterna gnosis", madre de todas las herejías, sistemáticamente, toda investigación metafísica sobre el modo intelectivo de la intuición, calificando de "panteísmo" toda tentativa para reconocer el orden del mundo y su "encantamiento" más allá del positivismo de las ciencias profanas. Si la investigación gnóstica presenta algunos peligros, es en la medida en la que no es fiel a sí misma. Además, ¿qué investigación no es susceptible de desviación? ¿Habría que prohibir la teología bajo el pretexto de que la mayor parte de lo heréticos fueron teólogos? Me parece por lo tanto que una tal investigación es posible en la ortodoxia, en toda sumisión al magisterio de la Iglesia. A condición que no se nos cuelen en guisa de dogmas las convicciones de tal teólogo o de tal escuela particular. La universalidad de la Iglesia católica se manifiesta por la diversidad de sus puntos de vista y de sus escuelas. Hay que reconocer la legitimidad de la Escuela renana, de la teología apofática y de la sucesión de Dionisio el Areopagita, y no pretender mutilar la Tradición de la Iglesia, como lo querrían ciertos cazadores de gnósticos. No soy hostil a la Inquisición, sino que deseo que los inquisidores al menos estén cualificados...

¿El estudio de las diferentes manifestaciones de lo sagrado puede conducir, en ciertos
casos, al cristianismo?

Henry Montaigu. El problema sería más bien saber si el cristianismo tal y como funciona hoy en día puede conducir a lo sagrado...
A menos que se quiera entender por "sagrado" una especie de entidad sico-cultural, privada de todo carácter espiritual a no ser por un lejano reflejo, una especie de droga de la que el mundo antiguo, débil como se sabe, rodeaba la fe y sus producciones...

¿Existe una visión gnóstica del cristianismo? ¿La Tradición cristiana-católica admite un
fundamento gnóstico?

Henry Montaigu. La misma respuesta que para lo sagrado... ¿Qué hay que entender por "gnosis": Conocimiento escondido, esotérico, interior; o bien sabe Dios que cosa oscura y extravagante? Habría que estar seguro de que hablamos de lo mismo...
Planteemos en principio que estamos hablando de la gnosis verdadera. Las cosas, y particularmente las cosas divinas tienen fatalmente varios sentidos -pero no se ve de ellas más que uno a la vez. Es como si uno jugara a cara o cruz: cualquiera que sea el lado sobre el cual caiga, la moneda no deja de tener indisolublemente una cara y una cruz. Los rechazos a priori, digamos la ausencia de luces, no pueden nada contra esta realidad.
Si el cristianismo es una revelación divina -o incluso probablemente el sello de la Revelación universal- él recapitula todo y nada le es extraño o exterior. Todo el mundo puede convenir, incluso sin demasiadas luces, que el Conocimiento divino no podría estar limitado por la cerrazón humana y la tosquedad del mundo visible. Dios es tan infinitamente inaccesible como infinitamente grande. Negar la interioridad de la doctrina, o esoterismo, es limitar el depósito celeste a aquello que cada uno puede comprender de él, y corre el riesgo así de reducirlo al nivel más bajo. Incluso la fe, la más humilde, no puede prescindir de perspectivas y de prolongamientos "misteriosos". Es sobre todo por la pérdida de la interioridad que nosotros hemos hecho Dios a nuestra imagen -mientras que nosotros estamos hechos a imagen de Dios- lo cual, además, no puede entenderse más que esotéricamente.
Las reticencias católicas, e incluso las crisis de histeria de algunos, no se explican más que por la presencia pesada y compacta de un ocultismo desolador, diabólico, pero que no es más que la reacción del liberalismo y del humanismo, del enciclopedismo y de la Revolución.
Se trata de una contra-gnosis que no es difícil de reconocer ya que lleva con ella todos los errores de la modernidad (no falta ni uno) y cuya expansión sin freno desde hace dos siglos debe ser considerada como un verdadero signo de los Tiempos.

¿Existe una visión gnóstica del cristianismo? ¿La Tradición cristiana-católica admite un
fundamento gnóstico?

Jean Phaure. Gnosis significa conocimiento y el aspecto gnóstico de las Iglesias de los primeros tiempos (ya que ellas han sido siempre múltiples) representa el estado en el que ellas se encontraban cuando la tradición oral fecundaba todavía la Escritura y cuando el exoterismo (lo que se puede entregar a la multitud) no estaba todavía cortado del esoterismo, la enseñanza de las profundidades y de las actitudes a la cual solo una élite espiritual puede tener acceso. Yo no puedo aquí abrir una bibliografía que figura en gran parte en mi ensayo Le Cycle de l'humanité adamique. Lo que caracteriza a los integristas (que yo distingo de los tradicionalistas que me son muy queridos) es su ignorancia enciclopédica en materia de metafísica, de simbolismo, de teología y de historia de la Iglesia.
Decimos "gnosis" y no "gnosticismo" porque este último es un dogmatismo mitológico ampliamente heterodoxo, mientras que la gnosis intrínseca no es otra cosa que lo que los hindúes entienden por jnana y Advaita-Vedanta; afirmar que toda gnosis es falsa a causa del gnosticismo equivale a decir, por analogía, que todos los profetas son falsos porque hay falsos profetas.
Para demasiadas personas el gnóstico es un hombre que, al sentirse iluminado por su interior y no por la Revelación, se considera un superhombre y cree que todo le está permitido; se acusará de pecar por gnosis a cualquier monstruo político que sea supersticioso o que tenga vagos intereses ocultistas y que al mismo tiempo se crea investido de alguna misión en nombre de una filosofía aberrante. En una palabra, para la opinión vulgar gnosis equivale a "orgullo espiritual", como si en ello no hubiese una contradicción en los términos, pues la inteligencia pura coincide precisamente con la objetividad y ésta excluye por definición a toda subjetividad y por lo tanto en especial al orgullo, que es su forma de mono inteligente y más burda.
Así como existe un satanismo "gnosticista" o seudognóstico, también existe un satanismo antignóstico, que consiste en el prejuicio cómodo y deshonesto de ver a la gnosis en todos los sitios donde se encuentra el diablo; a esta manía -que rigurosamente hablando surge del "pecado contra el Espíritu"- puede aplicarse el mandamiento de Cristo de no arrojar las perlas a los puercos ni dar las cosas sagradas a los perros. Pues si dentro del orden humano hay perlas y cosas sagradas, éstas se hallan sin duda del lado del intelecto, el cual es aliquid increatum et increabile según el Maestro Eckhart, es decir, que es algo divino, lo cual precisamente molesta y perturba a os partidarios de la piadosa superficialidad y del fanatismo militante.
Las reflexiones precedentes nos permiten pasar ahora a un tema más particular, si bien éste surge del mismo orden de ideas. El esoterismo, que coincide con la gnosis, se halla confrontado de facto con tres fuerzas adversas: evidentemente con el diablo, pues éste está en contra de todo lo que es espiritual, pero también, de otra manera, con el exoterismo que, si bien tiene derecho a la existencia, representa una perspectiva limitada; y por último, lo que es más grave, con una combinación de las dos fuerzas mencionadas. En este último caso el ataque contra la gnosis va acompañado de un envilecimiento de la religión; ahora bien, esta monstruosa connivencia no sería posible si no hubiese cierta imperfección en el punto de vista confesional mismo, lo cual además queda perfectamente comprobado por las aberraciones y los crímenes que se han perpetrado en nombre de la religión; pues los grupos religiosos participan inevitablemente -o providencialmente si se quiere- de la imperfección de las colectividades humanas a las cuales se dirigen en esta "edad oscura". (Frithjof Schuon - Raíces de la Condición Humana)


HOME