Tratado Sobre El Evangelio De San Juan - San Agustín
En 
    el principio existía el Verbo, el Verbo estaba en Dios, y el Verbo 
    era Dios, etc., hasta: Y las tinieblas no lo recibieron (1, 1-5). 
    1. Cuando reparo en lo que hemos leído en el texto de la Epístola, 
    que el hombre animal no puede entender las cosas que son del Espíritu 
    de Dios, y considero después que entre la muchedumbre presente de vuestra 
    Caridad, tiene que haber muchos carnales, que se guían por los principios 
    de la carne y no pueden aún alzarse al conocimiento del espíritu, 
    dudo mucho cómo podré hablar con la ayuda del Señor o 
    explicar, en mi medida, lo que acabamos de leer del Evangelio: En el principio 
    existía el Verbo, el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios. Esto, 
    en verdad, no lo puede entender el hombre animal. Callaremos, pues, hermanos. 
    Mas entonces, si callamos, ¿para qué se ha leído? ¿Para 
    qué la oímos, si no se explica? ¿Y para qué se 
    expone, si ni se puede entender? Mirando, por otra parte, que entre vosotros 
    tiene que haber algunos capaces de entenderlo, aun antes de que se explique, 
    no quiero perjudicar a éstos por el temor de cansar a los que no me 
    pueden entender. Siempre debemos esperar en la misericordia del Señor, 
    que nos asistirá para que cada uno entienda lo que pueda. Aun el mismo 
    que explica dirá solamente lo que puede. Hablar conforme a la realidad 
    no es posible. Me atrevo a decir, hermanos míos, que ni el mismo Juan 
    dijo como es, sino como él pudo. Es siempre un hombre el que habla 
    de Dios. Ciertamente inspirado por Dios, pero un hombre. Porque estuvo inspirado 
    dijo algo; sin la inspiración no hubiera dicho nada. Porque el inspirado 
    fue un hombre, no dijo todo lo que hay, sino lo que puede decir el hombre.
    2. Este Juan era, hermanos carísimos, de aquellos montes de que escribió 
    el Salmista: Traigan los montes la paz al pueblo, y los collados la justicia. 
    Los montes son las almas grandes. Los collados, las pequeñas. Y lo 
    montes traen precisamente la paz para que los collados puedan recibir la justicia. 
    ¿Y qué justicia es la que reciben los collados? La fe, pues 
    el justo vive de la fe. Ahora bien, las almas pequeñas no recibirán 
    la fe, si las grandes, que hemos llamado montes, no son ilustradas por la 
    misma Sabiduría, a fin de que puedan dar a las pequeñas lo que 
    éstas son capaces de recibir... [Se omite aquí el párrafo 
    3, dedicado a refutar los errores donatistas].
    4. Los que traen la paz que se debe predicar al pueblo han contemplado la 
    misma Sabiduría, cuanto es posible a la inteligencia humana, lo que 
    ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni a la mente humana llegó. 
    Si a la mente del hombre no llega esta Sabiduría, ¿cómo 
    llegó a la de Juan? ¿O es que Juan no era hombre?.... Así 
    es, hermanos; si se puede decir que llegó a la mente de Juan en alguna 
    manera, en la misma medida en que llegó a él, se puede también 
    decir que no es hombre Juan. ¿Qué significa esto de que no era 
    hombre? Que empezó en cierto modo a ser ángel; pues todos los 
    santos son ángeles, porque anuncian a Dios. A los hombres carnales 
    y sensuales, que no pueden percibir las cosas de Dios, les dice el Apóstol: 
    Cuando decís que yo soy de Pablo, yo de Apolo, obráis como hombres. 
    ¿Qué pretende hacer de éstos que reprende porque son 
    hombres? ¿Queréis saber lo que pretende? Oíd el Salmo: 
    Yo dije: sois dioses e hijos todos del Excelso. Dios quiere que dejemos de 
    ser hombres. Y entonces, mejorando, dejaremos de ser hombres, cuanto antes 
    reconozcamos que somos hombres. A aquella altura tenemos que subir desde el 
    bajo de la humildad. El que se cree algo, no siendo nada, corre el peligro, 
    no sólo de no recibir lo que no es, sino de perder lo mismo que es.
    5. Hermanos, de estos montes era Juan, el que dijo: En el principio existía 
    el Verbo, el Verbo estaba en Dios y el Verbo era Dios. Había recibido 
    la paz este monte, contemplaba la divinidad del Verbo. ¡Cuán 
    grande era este monte, cuán excelso! Pasó sobre todas las cumbres 
    de la tierra, pasó sobre todas las de aire; pasó sobre todos 
    los coros y legiones de los ángeles. Tuvo que pasar sobre todas las 
    criaturas para llegar al Criador de ellas. Para hacerse una idea de lo que 
    sobrepasó, es menester conocer adónde llegó. ¿Qué 
    es el cielo y la tierra? Criaturas. ¿Qué son las cosas que hay 
    en el cielo y en la tierra? Criaturas, todavía con más mérito. 
    ¿Qué son los espíritus, los ángeles, los arcángeles, 
    los tronos, dominaciones, virtudes y principados? Criaturas también. 
    El Salmo en su enumeración abarca todo este conjunto y dice así: 
    Él lo dijo y fueron hechas; Él lo mandó y fueron creadas. 
    Si porque Dios dijo fueron hechas, es claro que fueron creadas por el Verbo 
    de Dios. Y si todo fue hecho por el Verbo, es también claro que Juan 
    tuvo que sobrepasar todo lo que ha sido hecho por el Verbo antes de llegar 
    y escribir aquella frase: En el principio existía el Verbo, el Verbo 
    estaba en Dios y el Verbo era Dios ¡Qué grande es este monte, 
    qué santo, qué alto sobre todos los montes que traen la paz 
    al pueblo de Dios para que los collados reciban la justicia!
    6. Mirad, hermanos, si no es tal vez Juan uno de aquellos montes de los cuales 
    hemos dicho poco ha: Levanté mis ojos a los montes de donde me ha de 
    venir el socorro.
    Hermanos míos, si queréis, por tanto, entender, levantad vuestros 
    ojos a este monte, mirad al Evangelio, contemplad su sentido. Estos montes 
    traen la paz, y ninguno que confía en el hombre puede estar en paz. 
    No miréis, pues, de tal manera a este monte, como si vuestra paz se 
    hubiese de poner en el hombre, sino decid más bien: levanté 
    mis ojos a los montes de donde me ha de venir el socorro, añadiendo 
    en seguida: mi socorro viene del Señor que ha hecho el cielo y la tierra. 
    Levantemos, sí, nuestros ojos a los montes de donde nos viene el auxilio, 
    sabiendo que nuestra esperanza no estriba en los mismos montes. Los montes 
    reciben, a su vez, de más alto lo que ellos nos sirven. Allí 
    de donde ellos reciben hemos de colocar nosotros nuestra esperanza.
    Cuantas veces dirigimos nuestra mirada a la Sagrada Escritura, que nos ha 
    sido servida por hombres, levantamos los ojos a los montes de donde nos viene 
    el socorro. Mas porque los que escribieron la Escritura fueron hombres, su 
    luz no era de ellos; la verdadera luz es aquel que ilumina a todo hombre que 
    viene a este mundo.
    Un monte era aquel Juan Bautista, que dijo: Yo no soy el Cristo. Para que 
    nadie, por poner su esperanza en los montes, fuese echado de aquel que ilumina 
    los montes, el mismo Bautista confesó también: que todos hemos 
    recibido de su plenitud.
    Debes, pues decir: levanté mis ojos a los montes de donde me ha de 
    venir el socorro. Y para que no atribuyas a los montes el auxilio, debes continuar 
    y decir: Mi auxilio viene del Señor que ha hecho el cielo y la tierra.
    7. Hermanos, os he querido decir estas cosas para que cuando levantéis 
    vuestro corazón a las Escrituras, al oír el Evangelio, que dice: 
    En el principio existía el Verbo, el Verbo estaba en Dios y el Verbo 
    era Dios y todo lo demás que se ha leído, sepáis que 
    habéis levantado vuestros ojos a los montes. Si estas cosas no nos 
    la dijesen los montes, no podríamos en manera alguna ni pensarlas. 
    De los montes nos viene el auxilio, aun solamente para oír estas cosas. 
    No podemos entender todavía lo que hemos oído. Invoquemos el 
    auxilio del Señor que ha hecho el cielo y la tierra. Los montes hablan 
    sin poder iluminar; ellos mismos han sido iluminados, porque primero escucharon. 
    Aquel Juan que descansó sobre el pecho del Señor recibió 
    estas cosas que nos ha dicho; el agua que nos quería dar a gustar la 
    bebió él, a su vez, del pecho del Señor. Nos dio a gustar 
    las palabras; pero su inteligencia la tienes que buscar allí de donde 
    él bebió lo que te dio a gustar, para que levantes tus ojos 
    a los montes de donde te ha de venir el socorro y bebas así la palabra 
    que se te ha dado como en un cáliz. Porque tu auxilio debe venir del 
    Señor que ha hecho el cielo y la tierra, puedes llenar tu corazón 
    allí donde él mismo lo llenó. Por esto dijiste: Mi auxilio 
    del Señor que ha hecho el cielo y la tierra. Que os llene, pues, el 
    que puede.
    Hermanos, por esto he dicho que cada uno levante su corazón cuanto 
    pueda y que recoja lo que dice.
    Tal vez alguno diga que yo os estoy más presente que Dios. Falso. Él 
    está mucho más presente. Yo estoy presente a vuestros ojos. 
    Él lo está a vuestras conciencias. A mí me dirigís 
    el oído; a Él el corazón, para que ambos queden llenos. 
    Tenéis puestos ahora en mí vuestros ojos y los sentidos de vuestro 
    cuerpo; mejor, no en mí, que no soy ninguno de aquellos montes, sino 
    en el Evangelio, en el Evangelista. Pero el corazón lo ha de llenar 
    el Señor. Y, al dirigirlo a Dios, mirad bien qué dirigís 
    y adónde. He dicho: qué levanta y adónde lo levanta. 
    Qué corazón levanta y qué Señor lo levanta. No 
    sea que, sobrecargado con el peso del placer carnal, caiga antes de lo que 
    lo levante. Si ves que pesa sobre ti el peso de la carne, procura purificar 
    con la continencia el corazón que has de levantar a Dios. Bienaventurados 
    los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
    8. De nada sirve el simple sonido de las palabras: En el principio existía 
    el Verbo, el Verbo estaba en Dios y el Verbo era Dios. Cuando hablamos también 
    nosotros pronunciamos palabras. ¿Es ésta, por ventura, la palabra 
    que existía en Dios? Las cosas que nosotros decimos suenan y pasan. 
    ¿Se acaba también el Verbo de Dios al ser pronunciado? Entonces, 
    ¿cómo pudieron ser hechas por Él todas las cosas y no 
    existir nada sin Él? Si pasó al ser pronunciado, ¿cómo 
    puede ser gobernado por Él cuanto ha sido creado por Él? ¿Qué 
    palabra es esta que se pronuncia y no pasa? Atienda vuestra caridad, porque 
    es idea importante. 
    Las palabras han perdido su valor con el continuo hablar. Sonando y pasando 
    han perdido su virtud, y ya no parecen sino palabras. Pero en el hombre también 
    hay un verbo que queda dentro. El sonido sale de la boca. Hay un verbo que 
    tiene una pronunciación espiritual, lo que percibes por el sonido, 
    no el sonido mismo. Cuando digo Dios, pronuncio una palabra. Es cosa breve 
    lo que he dicho: cuatro letras y dos sílabas. ¿Diremos que esto 
    nada más es Dios, cuatro letras y dos sílabas? O diremos más 
    bien que cuanto más pobre es el sonido exterior, tanto más rico 
    es lo que con él se percibe? Algo pasa en tu mente cuando oyes la palabra 
    Dios. Algo pasa en la mía cuando la pronuncio. Pensamos en un grande 
    y supremo Ser que trasciende la criatura mudable, carnal y animal. Al preguntarte 
    si Dios es mudable o inmutable, me respondes en seguida: lejos de mí 
    creer o pensar que Dios sea mudable; Dios no puede mudar. Tu alma, aunque 
    pequeña, aunque carnal todavía, no puede menos de confesar que 
    Dios es inmutable y que la criatura es esencialmente mudable. ¿Cómo 
    se te ha ocurrido cosa que está por encima de todo lo creado y decirme 
    con certeza que Dios es inmutable? ¿Qué hay en tu corazón 
    cuando piensas en un Ser vivo, perpetuo, omnipotente, infinito, en todas partes 
    presente, doquiera completo y por nada limitado? Cuando piensas esto entonces 
    tienes en tu corazón el Verbo de Dios. Y ya ves que esto no es aquel 
    sonido que consta de cuatro letras y dos sílabas. Lo que al pronunciarse 
    pasa es lo que llamamos sonidos, letras y sílabas. La palabra que suena 
    pasa; pero la que expresa el sonido y queda en el sujeto racional que habla 
    o escucha persevera aun pasados los sonidos.
    9. Sigamos con esta idea. Tú puedes tener en tu corazón un verbo, 
    la idea que ha nacido de tu mente, que la ha engendrado. Esa idea está 
    allí como fruto de tu inteligencia, como hijo tuyo. Antes de hacer 
    una obra, de realizar algo grande en la tierra, tu corazón engendra 
    primero la idea. Tienes la idea y la obra no se ha realizado todavía. 
    En tu mente estás ya viendo lo que vas a hacer antes de que los demás 
    admiren la mole que haces y levantas, antes de que la empresa se realice y 
    lleve a término. Los hombres contemplan la grandiosa construcción 
    y admiran el plan del constructor. Se admiran de lo que ven y se gozan en 
    lo que no ven. Ninguno puede ver la idea interior del plan; pero por la obra 
    exterior todos alaban el proyecto donde se concibió primero.
    ¿Quieres ahora conocer el Verbo de Dios, a Jesucristo Nuestro Señor? 
    Mira esta gran fábrica exterior del mundo. Todo ha sido hecho por el 
    Verbo; así conocerás quién es el Verbo. Mira estas dos 
    partes del mundo, el cielo y la tierra. Nadie puede expresar la belleza del 
    cielo, nadie la fecundidad de la tierra, la sucesión ordenada de los 
    tiempos, la fuerza oculta de las semillas.
    Observad que callo mucho, porque no quiero con una larga enumeración 
    decir poco, menos, tal vez, de lo que vosotros podéis adivinar. Por 
    esta fábrica del mundo, deducid lo que debe ser el Verbo que la ha 
    hecho todo y cuanto fuera de ella existe. Nosotros no vemos sino lo que está 
    al alcance de los sentidos. Fuera están los ángeles, que también 
    han sido hechos por el Verbo, y los arcángeles, las potestades, los 
    tronos, las dominaciones y principados. Todo ha sido hecho por el Verbo. Deducid 
    de aquí qué grande debe ser el Verbo. 
    10. Alguno tal vez diga ahora. ¿Y quién puede pensar en este 
    gran Verbo? Cuando oyes esta palabra no pienses nada pequeño, al igual 
    de las palabras que oyes diariamente. Aquel dijo tales palabras, tales otras 
    me han pronunciado; tú mismo me cuentas otras parecidas. Con el diario 
    usar los nombres de las cosas, las palabras se han desvalorizado. Pues cuando 
    oyes que en el principio existía el Verbo, no pienses en nada pequeño, 
    como acostumbras a pensar, cuando oyes las palabras humanas. Mira en lo que 
    debes pensar: El Verbo era Dios.
    11. Podrá venir ahora uno de esos herejes arrianos y decir que el Verbo 
    de Dios fue hecho. ¿Cómo es posible que el Verbo de Dios haya 
    sido hecho, cuando todas las cosas las ha hecho Dios por el Verbo? Si el Verbo 
    de Dios también ha sido hecho, ¿por qué otro Verbo ha 
    sido hecho? Si a éste por quien fue hecho aquel Verbo lo llamas Verbo 
    del Verbo, yo lo llamo el Unigénito de Dios. Y si no lo llamas Verbo 
    del Verbo, admite que no ha sido hecho el que ha hecho todas las cosas. Asimismo 
    no se pudo hacer el que hizo todas las cosas. Creamos, pues, al Evangelista, 
    quien pudo haber dicho: En el principio, hizo Dios al Verbo, lo mismo que 
    Moisés dijo: en el principio hizo Dios el cielo y la tierra, y luego 
    va enumerando cada una de las partes. Dijo Dios: Hágase, y fue hecho. 
    ¿Quién es el que dijo? Dios, ciertamente. ¿Y qué 
    es lo que se hizo? La criatura. Entre Dios que habla y la criatura que se 
    hace está como medio el Verbo, por quien se hace todo. Dijo Dios: Hágase 
    y fue hecho. Este es el Verbo inmutable. Aunque las cosas mudables se hacen 
    por el Verbo, Él es inmutable.
    12. No pienses, pues, que fue hecho aquel por quien se hicieron todas las 
    cosas. Así no serías reparado por el Verbo, por quien se repara 
    todo. Ya has sido hecho por el Verbo, pero debes todavía ser reparado 
    por Él. Mas si tu fe sobre el Verbo fuere falsa, no serás reparado. 
    Has sido creado por el Verbo; pero, como por Él has sido hecho, de 
    por ti te vas deshaciendo. Si de tu parte te deshaces, Él, que te ha 
    hecho, te rehará. Si de tu parte vas empeorando, Él, que te 
    creó, te creará nuevamente. Mas no te volverá a crear 
    de nuevo por el Verbo si no piensas bien de él. Dice el Evangelista: 
    En el principio existía el Verbo. Tú dices: En el principio 
    fue hecho el Verbo. Él dice: Todo fue hecho por El. Tú dices: 
    El mismo Verbo fue hecho. Podía haber dicho el Evangelista: En el principio 
    fue hecho el Verbo. Y dice: En el principio existía el Verbo. Si ya 
    existía no fue hecho, ya que todas estas cosas fueron hechas por Él, 
    y nada se hizo sin Él. Quedemos, pues, en que el Verbo existía 
    en el principio, el Verbo estaba en Dios y el Verbo era Dios. Si no puedes 
    entender esto, espera a ser mayor. Él es manjar sólido. Aliméntate 
    primero con leche para crecer y poder tomar este manjar.
    13. Ahora, hermanos, sobre lo que sigue: Todo fue hecho por Él y sin 
    Él nada fue hecho, tened cuidado de creer que la nada es algo. Algunos 
    entienden mal este sin Él nada fue hecho, creyendo que la nada es una 
    cosa. El pecado no fue hecho por Él, y es claro que el pecado no es 
    nada y que los hombres nada ganan cuando pecan. El ídolo no fue hecho 
    por el Verbo, aunque tenga cierta forma humana. Si el hombre ha sido hecho 
    por el Verbo, no lo ha sido la forma humana que hay en el ídolo. Tenemos 
    escrito que el ídolo no es nada. Estas cosas no son obra del Verbo; 
    pero lo son todas las cosas que han sido hechas en la Naturaleza, cuanto hay 
    en las criaturas, todo sin excepción, las cosas que hay fijas en el 
    cielo, las que brillan sobre nuestras cabezas, las que vuelan bajo el cielo, 
    cuanto se mueve en el universo, todas las criaturas. Lo diré mas claro, 
    para que lo entendáis bien: cuanto existe, desde el ángel hasta 
    el gusano. Entre las criaturas, ninguna más excelente que el ángel 
    y nada más pequeño que el gusano. Pues el mismo que hizo los 
    ángeles ha hecho a los gusanos aunque el ángel sea para el cielo 
    y el gusano para la tierra. El mismo que creó el mundo lo ha organizado 
    también. Si el gusano estuviera en el cielo, te parecería Dios 
    reprensible, al igual que si hubiera dispuesto que los ángeles naciesen 
    de la carne en corrupción. Pues casi esto se verifica en el hombre 
    y no es reprensible. Todos los hombres son como gusanos, que nacen de la carne, 
    y de ellos hace Dios ángeles. Si el mismo Señor ha dicho de 
    sí que es gusano y no hombre, ¿quién no repetirá 
    lo que hay escrito en Job: Con mucha más razón el hombre es 
    podredumbre y gusano?.
    Primero dijo: El hombre es podredumbre, y luego: El hijo del hombre es gusano. 
    Como el gusano se cría en la podredumbre, dice que el hombre es podredumbre 
    y gusano. Mira qué se hizo por ti (al encarnarse). Aquel que en el 
    principio existía como Verbo, estaba en Dios y el Verbo era Dios. ¿Por 
    qué se hizo hombre por ti? Para que te levantases tú, que no 
    podías comer. Así es, hermanos, a la letra. Todas las cosas 
    fueron hechas por Él, y sin él no se hizo nada. Toda criatura 
    ha sido hecha por Él, la grande y la pequeña; por Él 
    han sido hechas las de arriba y las de abajo, la espiritual y la corporal. 
    Ninguna forma, ninguna unión o concordia de parte, ninguna sustancia 
    cualquiera que ella sea, nada que tenga peso, número o medida existe 
    sin el Verbo y sin aquel Verbo Creador, del cual se ha dicho: Todo lo has 
    dispuesto conforme a medida, número y peso.
    14. Que ninguno os engañe cuando sentís las molestias de las 
    moscas. Porque algunos son burlados y cogidos por el diablo con las moscas. 
    Los cazadores suelen poner en los cepos moscas y cazar así a las aves 
    hambrientas. Del mismo modo algunos son cogidos por el diablo con las moscas.
    Estaba uno un día molesto con las moscas, y lo encontró así 
    malhumorado un maniqueo. Al decirle que él no podía aguantar 
    las moscas y que las aborrecía de corazón, le dijo el maniqueo. 
    ¿Quién las ha creado? Como estaba enfadado con ellas y las aborrecía 
    de verdad, no se atrevió a decir que Dios las había hecho, pues 
    era católico. El maniqueo añadió en seguida: Si Dios 
    no ha hecho las moscas, ¿quién las ha podido hacer?
    Yo creo, contestó el católico, que sólo el diablo las 
    ha podido hacer. 
    El maniqueo, en seguida: Si el diablo ha creado las moscas, como me parece 
    que tú confiesas, juzgando con prudencia, ¿quién ha hecho 
    la abeja, que es un poco mayor que la mosca? No se atrevió el otro 
    a decir que Dios había hecho la abeja y no había hecho la mosca, 
    pues eran tan parecidas. De la abeja lo llevó a la langosta, de la 
    langosta a la salamanquesa, de la salamanquesa al ave, del ave a la oveja, 
    después al buey, al elefante, y por último al hombre. De esta 
    manera, por el enfado que recibió de las moscas, se convirtió 
    en mosca y posesión del diablo. Porque dicen que Beelcebuz se interpreta 
    príncipe de las moscas. De éstas se ha escrito: Las moscas que 
    van a morir acaban con el aceite de la suavidad.
    15. ¿Para qué he referido estas cosas, hermanos? Para que cerréis 
    las puertas de vuestro corazón a las asechanzas del enemigo. Creed 
    que Dios ha hecho todas las cosas y las ha puesto en orden.
    ¿Por qué padecemos muchos males de las criaturas que Dios ha 
    hecho? Porque hemos ofendido a Dios. Los ángeles no padecen estas cosas. 
    Tal vez nosotros en esa vida no hubiéramos temido estas cosas. Acusa 
    a tu pecado por tu pena, no al juez. Por nuestra soberbia Dios ha instituido 
    que esa criatura tan pequeña y tan abyecta nos atormentase. Así 
    el hombre soberbio que se levanta contra Dios, el hombre mortal que asusta 
    a otros mortales, el hombre que no quiere reconocer al hombre como su prójimo, 
    cuando se ensoberbece, es humillado por las pulgas. ¿Por qué 
    te inflas, humana soberbia? Te hace una injuria el hombre y te hinchas y llenas 
    de ira. Tendrás que luchar con las pulgas para dormir. Mira quién 
    eres.
    Para que nos convenciésemos de que todas estas criaturas que nos molestan 
    han sido criadas para ayudarnos a vencer nuestra soberbia, mandó Dios 
    al pueblo soberbio de Faraón moscas y ranas para vencerlo la soberbia 
    con estas cosas tan bajas, habiendo podido vencerlo con osos, leones y serpientes.
    16. Todas las cosas, hermanos, todo absolutamente ha sido creado por Él, 
    y sin Él no se ha hecho nada. ¿Cómo fueron hechas todas 
    las cosas por Él? Lo que ha sido hecho es la vida en Él. También 
    se puede decir: Lo que ha sido hecho en Él es vida. Luego todo es vida 
    si leemos así ¿Hay algo que no haya sido hecho en él? 
    Él es la sabiduría de Dios, como dice el Salmo: Todo lo has 
    hecho en Sabiduría. Si Cristo es la Sabiduría de Dios y el Salmo 
    dice que todo ha sido hecho en la Sabiduría, se sigue que, como todo 
    ha sido hecho por Él, hermanos amadísimos, y todo lo que ha 
    sido hecho en él es vida, se sigue que la tierra es vida y el árbol 
    es vida. Nosotros llamarnos al leño vida, pero nos referimos al leño 
    de la cruz, de donde hemos recibido la vida. También la piedra es vida. 
    No es decorosa esta interpretación, y corremos peligro de que se nos 
    meta otra vez la vil secta de los Maniqueos y nos diga que la piedra tiene 
    vida, y alma la pared, la cuerda, la lana y el vestido. Así suelen 
    hablar en su delirio, y cuando se les reprime y refuta, apelan a las Escrituras, 
    y dicen: ¿Para qué se ha escrito: Lo que fue hecho en Él 
    es vida? si todo ha sido hecho en Él, todo tiene vida.
    Para que no te engañen, lee tú así: Lo que ha sido hecho 
    (haz una pausa aquí y sigue luego), en Él es vida. ¿Qué 
    significa esto? La tierra ha sido hecha, pero no es vida en sí misma. 
    En la Sabiduría creadora hay una forma espiritual de la tierra que 
    ha sido hecha, y esta forma sí es vida.
    17. Lo explicaré lo mejor que pueda a vuestra Caridad. 
    Hace el carpintero una arca. Esta arca existe primero en el artífice. 
    Si no la tuviese primero en su mente el artista, ¿de dónde la 
    podría sacar? Mas el arca que existe en la mente del artista existe 
    de modo que no es la misma que se ve después con lo ojos del cuerpo. 
    En la concepción del artista está invisible; en la ejecución, 
    visible. No porque ha sido ya ejecutada deja de existir en el artista. La 
    tenemos ya en la ejecución externa y en la concepción del artista. 
    Si se rompe el arca externa que ha ejecutado, puede hacer una segunda nueva 
    conforme al original que tiene en la mente. Distinguid, pues, el arca en el 
    artista y el arca en la ejecución. El arca en la ejecución no 
    es vida; vive, en cambio, en la mente del artista, porque el alma del artista 
    donde están todas las cosas, antes de su ejecución, tiene vida 
    real.
    Apliquemos, hermanos amadísimos, el ejemplo a las obras de la Sabiduría 
    de Dios. La Sabiduría de Dios, que ha hecho todas las cosas, contiene 
    en sí la idea ejemplar de todas las cosas antes de realizarlas en el 
    exterior. Todo lo que es hecho conforme a esta idea ejemplar tiene vida en 
    el Verbo, aunque en sí no la tenga. 
    La tierra que ves existe primero en el artista divino; el cielo, el sol, la 
    luna. En su realidad sensible son cuerpos; en su causa ejemplar, vida.
    Esto lo entenderéis como podáis, porque es algo grande lo que 
    acabo de decir. Aunque no sea yo grande, alguien verdaderamente grande lo 
    ha dicho. Yo soy, ciertamente pequeño, pero no digo estas cosas. Yo, 
    para decirlas, miro a otro que no es pequeño. Que cada uno entienda 
    como pueda y en la medida que pueda. Y el que no pueda, que alimente su inteligencia 
    hasta que pueda. ¿De dónde debe nutrirse? Con leche primero, 
    hasta que pueda digerir el alimento sólido. Que no se separe de Cristo 
    nacido en carne mortal hasta que llegue a Cristo nacido del Padre Unico, Verbo 
    Dios que está en Dios, por quien han sido hechas todas las cosas. Aquella 
    vida que hay en Él es la luz de los hombres. 
    18. Esto es lo que sigue: Y la vida era la luz de los hombres. Por esta vida 
    son los hombres iluminados. Los animales no son iluminados porque carecen 
    de inteligencia para ver la sabiduría. El hombre, en cambio, hecho 
    a imagen de Dios, tiene entendimiento con que poder ver la sabiduría. 
    Aquella vida por la cual fueron hechas todas las cosas, ésta misma 
    es la luz, no de cualquier ser, sino del hombre. Por esto se dice poco después: 
    Existía la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene al mundo. 
    Esa fue la luz que iluminó a Juan el Bautista; la misma que iluminó 
    a Juan el Evangelista. Lleno estaba de esta luz el que escribió: Yo 
    no soy el Cristo, sino el que viene después de mí, a quien yo 
    no soy digno de soltarle la correa de su zapato. Esta misma luz esclarecía 
    también al que dijo: En el principio existía el Verbo, el Verbo 
    estaba en Dios y el Verbo era Dios. Esa misma vida es la luz de los hombres.
    19. Tal vez haya corazones necios que no pueden todavía recibir esta 
    luz, porque están tan gravados por sus pecados, que no pueden verla. 
    Si no la pueden ver, que no piensen que la luz está lejana. Es que 
    ellos mismos son tinieblas por sus pecados. Y la luz luce en las tinieblas, 
    y las tinieblas no la recibieron. Hermanos, el ciego que está en el 
    sol tiene en sí presente al sol, pero es como si estuviese ausente; 
    lo mismo pasa con el necio, con el impío, con el inicuo, que es ciego 
    del alma. Está presente la Sabiduría, pero lo está a 
    un ciego, dista mucho de su ojos. No está lejana la Sabiduría 
    de él, pero él lo está de la Sabiduría. ¿Qué 
    debe hacer? Limpiarse para que pueda ver a Dios. A uno que no pudiese ver 
    por tener enfermos y sucios lo ojos con el polvo, pituita y humo que le ha 
    caído, le diría el médico: Quita de tu ojo cuanto le 
    hace mal, para que puedas ver la luz de tus ojos. El pecado y las iniquidades 
    son el polvo, la pituita y el humo. Quita de ahí todas esas cosas y 
    verás la Sabiduría, que está presente. Dios mismo es 
    la Sabiduría. Y escrito está: Bienaventurados los limpios de 
    corazón, porque ellos verán a Dios.
    San Agustín: TRATADO II SOBRE EL EVANGELIO DE SAN JUAN
    1. Conviene, hermanos, que expliquemos, conforme a nuestra posibilidad, el 
    texto de las Sagradas Escrituras, y sobre todo, del Evangelio sin omitir ningún 
    pasaje. Nosotros, en nuestra medida, seremos primero alimentados y luego os 
    serviremos a vosotros aquello mismo con que nosotros nos hemos alimentado. 
    ¿Os acordáis que el domingo pasado explicamos el primer capítulo; 
    esto es: En el principio existía el Verbo, el Verbo estaba en Dios 
    y el Verbo era Dios. Éste existía en el principio en Dios. Todas 
    las cosas fueron hechas por él y sin él no se hizo nada. Lo 
    que fue hecho es vida en Él, y la vida era luz de los hombres, y la 
    luz luce en las tinieblas, y las tinieblas no la recibieron? Creo que llegamos 
    hasta aquí. Recordadlo todos los que asististeis, y los que no vinisteis 
    creednos a nosotros y a los que estuvieron presentes. Ahora, puesto que no 
    podemos repetir siempre lo mismo, en atención a los que quieren oír 
    lo que sigue y para evitar la molestia que sería privarlos de lo que 
    queda, por repetir lo pasado, que se resignen a no pedirnos lo ya explicado 
    los que no estuvieron aquí y se contenten con oír, juntamente 
    con los que asistieron, lo que voy a explicar ahora.
    2. Sigue (el texto sagrado): Hubo un hombre enviado por Dios que se llamó 
    Juan. El primer día hablamos de la inefable divinidad del Verbo y de 
    una manera casi inefable también. Porque, ¿quién puede 
    entender: En el principio existía el Verbo y el Verbo estaba en Dios? 
    Para que el uso ordinario de las palabras no quite la fuerza que tiene el 
    Verbo, añade: Y el Verbo era Dios. De este Verbo hablamos bastante 
    el día anterior. Y espero en el Señor que, con tanto hablar, 
    habremos llevado algo a vuestros corazones.
    En el principio existía el Verbo. Siempre existe el mismo, siempre 
    de la misma manera, como existe siempre, está ahora; no se puede mudar. 
    Eso significa existe. Éste es su propio nombre, que reveló a 
    su siervo Moisés: Yo soy el que soy, y Me ha enviado el que es. Esto 
    no es fácil de entender, pues nosotros no vemos sino cosas mortales, 
    que se cambian, cuerpos que cambian en sus cualidades, naciendo, creciendo, 
    disminuyendo, muriendo; las mismas almas crecen y crecen con los afectos de 
    diversos deseos; los hombres pueden conocer la Sabiduría si se acercan 
    a su luz y calor; la pueden perder si se separan de ella por el mal deseo. 
    Al ver, pues, todas estas cosas mudables, ¿qué puede ser lo 
    que es, sino aquello que sobrepasa todo lo que es, de manera que no es al 
    mismo tiempo? ¿Quién puede entender esto? ¿O quién, 
    por más que esfuerce su ingenio para llegar a lo que hay en la manera 
    que le sea posible, llegará con su entendimiento al fondo de lo que 
    ha entendido? Esto es lo mismo que quien ve de lejos la patria y tiene por 
    medio el mar. Ve adónde tiene que ir, pero no tiene por dónde 
    ir. Nosotros queremos llegar a nuestro descanso, donde está lo que 
    es realmente, pues esto es lo único que siempre está como es. 
    Tenemos por medio el mar del siglo presente. Por aquí tenemos que ir. 
    Nosotros vemos adónde debemos ir; hay muchos, con todo, que no saben 
    adónde dirigirse. Pues (el Verbo), para que tuviésemos un camino 
    por donde ir, vino de allí adonde queremos ir. ¿Y qué 
    hizo? Nos dio un leño con que pudiésemos atravesar el mar. Nadie 
    puede pasar el mar de la vida si no va en la cruz de Cristo. A esta cruz se 
    abrazan a veces aun los que están mal de lo ojos. Por esto, aun quien 
    no ve por la distancia adónde se dirige, que no se separe de la cruz, 
    porque ella lo llevará.
    3. Ved, pues, hermanos míos, por qué me atrevo a daros este 
    consejo: si queréis vivir pía y cristianamente, abrazados a 
    Cristo en su humanidad, que ha tomado por nosotros, y llegaréis a Él 
    como Dios que es y era antes. Encarnó y se asemejó a nosotros; 
    se ha hecho lo que no era para salvar a los enfermos, darles con qué 
    pasar el mar y llegar a la patria, donde ya no será precisa ninguna 
    nave, porque allí no hay mar. Es mejor no apartarse de Cristo, aunque 
    no se entiende lo que es que entenderlo, y despreciar su cruz. Mejor todavía 
    y óptimo es ver, si es posible, adónde hay que ir y agarrarse 
    a la nave el pasajero. Esto lo lograron las grandes almas de aquellos que 
    hemos llamado montes, a los que de una manera especial ilustró la luz 
    de la justicia. Lo lograron y vieron qué es ello en sí. Así, 
    Juan, como vidente, dijo: En el principio existía el Verbo, el Verbo 
    estaba en Dios y el Verbo era Dios. Lo vieron, y para llegar a lo que veía 
    desde lejos, no se separaron de la cruz de Cristo, no despreciaron su bajeza. 
    Las almas pequeñas, que no pueden ver esto si no se separan de la cruz, 
    de la pasión y resurrección de Cristo, llegarán allí 
    adonde su vista no alcanza en la misma nave en que llegan los que pueden ver.
    4. Hubo filósofos paganos que encontraron al Creador por la criatura, 
    pues, como claramente dice el Apóstol, se le puede hallar por la criatura. 
    Porque los atributos invisibles de Dios se hacen visibles por la creación 
    del mundo, conocidos por la inteligencia en sus obras, tanto su eterna potencia 
    como su divinidad, de suerte que son inexcusables. Y añade: Por cuanto 
    habiendo conocido a Dios. No dice que no lo conocieron, sino: Por cuanto, 
    habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias; 
    antes se desvanecieron en sus pensamientos y se entenebreció su insensato 
    corazón. ¿Cómo se oscureció? Lo dice más 
    claramente en lo que sigue: Alardeando de sabios, se embrutecieron. Vieron 
    dónde debían llegar; mas, desagradecidos para quien les había 
    dado la vista, prefirieron atribuirse a sí lo que habían visto. 
    Al ensoberbecerse, perdieron lo que habían visto, y entonces fue cuando 
    se inclinaron ante los ídolos, las imágenes y esculturas de 
    los demonios, adorando a la criatura con desprecio del Creador. Ya antes de 
    prostituirse habían caído, y antes de caer se habían 
    ensoberbecido. Y al llenarse de soberbia fue cuando se creyeron sabios. Éstos 
    de que habla el Apóstol como conocedores de Dios vieron, lo mismo que 
    dice San Juan, que el Verbo había creado todas las cosas. Estas verdades 
    las encierran ya los libros de los filósofos, aun la de que Dios tiene 
    un Hijo Unigénito, por quien ha hecho todas las cosas. Esto lo vieron 
    en su verdad, pero lo vieron de lejos, y no quisieron aceptar la humildad 
    de Cristo, la nave donde hubieran llegado con toda seguridad adonde había 
    visto de lejos. Les pareció vil la cruz de Cristo. Teniendo que atravesar 
    el mar ¿desprecias la nave? ¡Oh sabiduría soberbia!, que 
    te burlas de Cristo, a quien has visto desde lejos: En el principio existía 
    el Verbo y el Verbo estaba en Dios. ¿Por qué fue crucificado? 
    Porque te era necesario el madero de su humildad. Hinchado por la soberbia, 
    habías sido echado lejos de aquella patria. Está interrumpido 
    el camino con las olas de este mundo; no hay otro medio de llegar a la patria 
    si no tomas el madero. Él es tu camino, pero a través del mar. 
    Él lo ha recorrido primero, para indicarte que el camino va por el 
    mar. Tú no puedes andar, como él, sobre las aguas; tienes, pues, 
    que ir en una nave, en un madero. Cree en el Crucificado y podrás llegar. 
    Ha sido crucificado por ti, quería enseñarte la humildad. Si 
    hubiera venido como Dios, no lo hubieras conocido. No podía presentarse 
    como Dios a los que no podían ver a Dios. Como Dios ni viene ni se 
    va, porque está presente a todos los sitios y no es limitado por ninguno. 
    ¿En qué forma vino? Revelándose como hombre. 
    5. Porque se hizo hombre, y ocultó su divinidad, envió delante 
    de sí otro hombre por cuyo testimonio se revelase más que otro 
    hombre. ¿Quién es éste? Hubo un hombre. Para que su testimonio 
    sobre Dios fuese verdadero fue enviado por Dios. ¿Cómo se llamaba? 
    Su nombre era Juan. ¿A qué vino? Vino para testimoniar. Para 
    dar testimonio de la Luz, para que todos creyesen en ella. ¿Quién 
    es éste que da testimonio de la Luz? Cosa grande tiene que ser este 
    Juan. Gran mérito, gran gracia, grande cumbre. Admíralo, admíralo 
    de verdad, como a un monte. El monte, si no es revestido de la luz, está 
    en tinieblas. Admira a Juan; pero oye lo que sigue: No era él la Luz. 
    Si creyeras que el monte es la Luz, podrías encontrar en él 
    la muerte en vez de la vida. En el monte debes admirar nada más que 
    al monte como tal. Levántate a aquel que ilumina al monte el cual, 
    a su vez, se ha levantado también para recibir primero los rayos que 
    él después envía a tus ojos. Él no era, pues, 
    la Luz.
    6. ¿Para qué vino entonces? Para dar testimonio de la Luz. Y 
    este testimonio, ¿a qué fin? Para que todos creyesen por su 
    medio. ¿Qué luz es la que anuncia? Existía la luz verdadera. 
    ¿Qué añade verdadera? El hombre iluminado es luz; pero 
    la Luz verdadera es la que ilumina. También nuestros ojos se llenan 
    de luces, sin embargo, si de noche no se enciende una candela, o de día 
    no sale el sol, inútilmente se abren estas luces de los ojos. De este 
    modo, Juan era la luz, pero no la luz verdadera. Con la iluminación 
    se convierte en luz; sin ella, en tinieblas. Si no es iluminado, sigue siendo 
    tinieblas, como todos los impíos a los que, después de convertirlos, 
    escribe el Apóstol: Fuisteis un tiempo tinieblas. Y ahora, después 
    que han creído, dice: Y ahora, luz en el Señor. No entenderíamos 
    si no añadiese: En el Señor, Luz, dice en el Señor; tinieblas 
    no eran en el Señor. Fuisteis un tiempo tinieblas. Aquí no dijo 
    en el Señor. Tinieblas, pues, en vosotros; luz en el Señor. 
    
    7. Pero, ¿dónde está la luz misma? Estaba la luz verdadera 
    que ilumina a todo hombre que viene al mundo. Si ilumina a todo hombre que 
    viene, también al mismo Juan. Él iluminaba, por tanto, a aquel 
    por quien quería ser manifestado. Entiéndame vuestra Caridad. 
    Venía a mentes débiles, corazones enfermos, a alma de ojos legañosos. 
    Aquí venía. ¿Y cómo podría el alma ver 
    al que es perfecto? De la misma manera que nos damos cuenta de que ha salido 
    el sol, que no podemos ver en sí mismo por los cuerpos en que se refleja. 
    El que tiene los ojos enfermos puede ver la pared iluminada y brillante por 
    el sol, el monte, el árbol o cosa parecida. Los que no pueden ver tan 
    fácilmente la salida misma del sol se dan cuenta de ella por los otros 
    cuerpos que ilumina. Los hombres a quienes venía Cristo no podían 
    fácilmente verlo a él. Irradió sobre Juan. Y de él, 
    que confiesa no ser el que irradia e ilumina, sino el irradiado e iluminado, 
    conocen los demás a Aquel que ilumina, a Aquel que ilustra, a Aquel 
    que todo lo llena. Si no se hubiera retirado de allí (de Cristo), no 
    tendrá necesidad de tal luz; tiene ahora que ser iluminado porque se 
    retiró de Aquel por quien el hombre puede estar siempre en luz.
    8. Entonces, si (el Verbo) ha venido, ¿dónde estaba? Estaba 
    en este mundo. Estaba aquí y vino aquí; estaba aquí por 
    su divinidad; vino aquí según la carne. Estando como estaba 
    aquí por la divinidad, no podía ser visto por los necios, los 
    ciegos y los impíos. Los malos son las tinieblas, de que se habla en 
    el texto: La luz en las tinieblas, y las tinieblas no la recibieron. Aquí 
    estás ahora, aquí estaba, aquí estará siempre, 
    y en ningún tiempo o lugar se retira. Es necesario que te hagas de 
    un medio para ver al que nunca se separa de ti. Es necesario que tú 
    no te separes de quien nunca se separa de ti. Es necesario que tú no 
    abandones para que no seas abandonado. No caigas tú, y Él no 
    te dejará de la vista; si tú caes, Él se te ocultará; 
    si tú te mantienes firme, él se mantendrá a tu lado.
    Desgraciadamente, no te has mantenido en pie. Recuerda de dónde has 
    caído, de dónde te arrojó el que cayó primero 
    que tú. Te ha arrojado no por la fuerza o violencia, sino por tu propia 
    voluntad. Si no hubieses consentido con el mal, hubieras permanecido en pie, 
    en la luz. Ahora que te encuentras caído, que está enfermo tu 
    corazón, el único que puede ver aquella luz, viene a ti de forma 
    que puedes verlo, se te aparece como hombre y busca el testimonio de un hombre. 
    Dios pide a un hombre que dé testimonio de el. Dios tiene por testigo 
    a un hombre. Dios escoge por testigo a un hombre en favor del mismo hombre, 
    tan débiles somos. Como la antorcha buscando el día. Juan fue 
    llamado antorcha por el mismo Señor, cuando dijo: Él era una 
    antorcha encendida y luciente, y vosotros pensasteis alegraros por un momento 
    con su luz, pero yo tengo un testimonio mayor que el de Juan.
    9. Así probó que había escogido como testigo a la antorcha 
    para bien de los hombres, de los que habían de creer y para confundir 
    con la luz de la antorcha a sus enemigos. A aquellos mismos enemigos que le 
    preguntaron para cogerlo: Dinos, ¿con qué poder haces esas cosas? 
    Respondió Él: Os voy a hacer Yo a vosotros también una 
    pregunta: Decidme: ¿de dónde era el Bautismo de Juan, de Dios 
    o de los hombres? Y se turbaron y dijeron entre sí: Si decimos que 
    de Dios, nos dirá: ¿Por qué no habéis creído 
    entonces en él? (Pues él había testimoniado en favor 
    de Cristo y había dicho: Yo no soy Cristo, sino Aquel). Pero si decimos 
    que de los hombres, debemos temer que el pueblo nos apedree, pues tiene a 
    Juan por Profeta. Tenían miedo a las piedras, pero mayor a la confesión 
    de la verdad, y así, respondieron falsamente a la Verdad. La iniquidad 
    mintió contra sí misma. Dijeron: No sabemos. Y porque, negando 
    lo que sabían, cerraron contra su daño, el Señor no les 
    abrió porque tampoco llamaron. Pues escrito está: Llamad y se 
    os abrirá. Éstos no solamente no llamaron para que se les abriese, 
    sino que negando, se cerraron a sí mismos la puerta. Por esto les dijo 
    el Señor: Pues Yo tampoco os digo en qué poder hago estas cosas. 
    Y fueron confundidos por el mismo Juan y se verificó de esta manera 
    en ellos el texto: He preparado una antorcha a mi Cristo; a sus enemigos, 
    en cambio, los llenaré de confusión.
    10. En el mundo estaba y el mundo fue hecho por Él. No pienses que 
    estaba en el mundo a la manera como están en él la tierra, el 
    cielo, el sol, la luna y las estrellas, los árboles, los animales, 
    los hombres. Él no estaba así en el mundo. ¿Cómo 
    estaba entonces? Como está el artífice que gobierna lo que ha 
    hecho. Él no obró como obra el fabricante. La obra que hace 
    el artífice está fuera, queda puesta en otro sitio cuando se 
    está fabricando, y aunque esté cerca, él se sienta en 
    otro sitio, siempre fuera de la obra que realiza. Dios, en cambio, hace al 
    mundo dentro del mundo, siempre en él opera, nunca se le separa, no 
    queda fuera, como lo está el que da vueltas a la masa que está 
    modelando. Con la presencia de su grandeza hace lo que hace, con su presencia 
    gobierna lo que hizo. Su presencia en el mundo fue tal, que por ella fue hecho 
    el mundo: Y el mundo fue hecho por Él, y el mundo no lo conoció.
    11. ¿Qué significa el mundo fue hecho por Él? Se llama 
    mundo el cielo, la tierra, el mar y todas las cosas que hay en él. 
    También con otro sentido se llama mundo a sus amadores. El mundo fue 
    hecho por Él, y el mundo no lo conoció. ¿Acaso los cielos 
    no conocieron a su Creador? ¿Acaso los ángeles o las estrellas 
    tampoco conocieron a Aquel que confiesan los demonios? Todas las cosas en 
    todas partes dieron testimonio de Él. ¿Quiénes son los 
    que no lo conocieron? Los que por amar al mundo se llamaron mundo. El amor 
    es como un habitar de corazón. Por su amor pudieron ser llamados con 
    el nombre de aquel donde habitaban. Como cuando decimos: aquella casa es buena, 
    aquella otra es mala. En la que llamados mala no acusamos a las paredes, ni 
    en la que decimos buena, alabamos los muros, sino que llamados malos o buenos 
    a los moradores de ella. Así llamamos mundo a los que habitan en él 
    por el amor.
    ¿Quiénes son éstos? Los que aman al mundo. Éstos 
    son los que viven en él de corazón. Los que no aman al mundo, 
    se encuentran en él corporalmente, pero con el corazón están 
    en el cielo, conforme a la frase del Apóstol: Nuestra morada está 
    en los cielos. Éste es el sentido de: El mundo fue hecho por Él, 
    y el mundo no lo conoció.
    12. Vino a su casa, porque todas estas cosas fueron hechas por Él. 
    Y los suyos no le recibieron. ¿Quiénes son los suyos? Los hombres 
    que creó. Los judíos, que prefirió a todas las naciones. 
    Las demás gentes adoraban los ídolos y servían a los 
    demonios. El pueblo judío, nacido de la sangre de Abraham, era especialmente 
    suyo, porque le estaba ligado por vínculos de parentesco carnal. Vino 
    a su casa, y los suyos no le recibieron., ¿Es que no lo recibieron 
    en absoluto? ¿Nadie lo recibió? ¿Nadie se salvó 
    entonces, ya que nadie se puede salvar si no recibe a Cristo Encarnado?
    13. Por esto añade: Y cuantos le recibieron. ¿Qué dio 
    a éstos? Gran benevolencia, gran misericordia. Hijo Unigénito, 
    no quiso estar solo. Muchos hombres que no han tenido hijos se adoptan otros 
    en su ancianidad, logrando así por amor lo que les negó naturaleza. 
    Esto hacen los hombres. Y si uno tiene un hijo nada más, se alegra 
    tanto más, porque este sólo ha de heredarlo todo y no quedará 
    pobre, al no tener con quién condividir la hacienda. ¿Dios no 
    procede así? Al único Hijo que había engendrado y por 
    quien había creado todas las cosas, lo envía a la tierra, para 
    que no fuese solo, sino que tuviese otros hermanos por adopción. Porque 
    nosotros no hemos nacido de Dios como aquel Unigénito, sino que hemos 
    sido adoptados por gracia suya. Aquel Unigénito vino al mundo para 
    redimirnos de los pecados que nos tenían atados y con cuyo impedimento 
    no podíamos ser adoptados. Nos quiso hacer sus hermanos y nos libertó 
    e hizo sus coherederos. Así lo dice el Apóstol: Y si hijo, también 
    heredero por Dios. Y otra vez: Herederos de Dios y coherederos de Cristo. 
    No temió tener coherederos, porque su herencia no es estrecha, aunque 
    muchos entren en ella. Los mismos que entran a poseer se convierten en herencia 
    de él y Él en herencia de ellos. Escucha de qué manera 
    pasan a ser herencia de Él: El señor me ha dicho: Tú 
    eres mi Hijo, Yo te he engendrado hoy; pídeme, y te daré las 
    gentes como herencia tuya. ¿Y cómo se hace Él herencia 
    nuestra? Dice el Salmo: El señor es la parte de mi herencia y de mi 
    Copa. Que nosotros lo poseamos y que él nos posea; que él nos 
    posea como Señor y que nosotros lo poseamos como Vida y como Luz. ¿Qué 
    es lo que ha dado a los que lo recibieron? A los que creen en su nombre les 
    dio poder de llegar a ser hijos de Dios. Para que se agarren a la cruz y pasen 
    al mar.
    14. ¿Y cómo nacen estos hijos? Porque si son hijos de Dios y 
    hermanos de Cristo, ciertamente tienen que haber nacido. Si no hubieran nacido, 
    ¿cómo pueden ser hijos? Los hijos de los hombres nacen de la 
    carne y de la sangre, de la voluntad humana y de la unión matrimonial. 
    Mas estos hijos de Dios, ¿cómo nacen? No de la sangre, no de 
    hombre y dé mujer... No de la sangre, ni de la voluntad de la carne, 
    ni de la voluntad del hombre. La carne está puesta por la mujer, porque, 
    cuando la mujer fue creada de la costilla de Adán, dijo esto: Esto 
    ahora es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Y el Apóstol dice: 
    El que ama a su esposa, se ama a sí mismo, porque ninguno odia nunca 
    a su propia carne. La carne, por tanto, significa a la mujer, como algunas 
    veces el espíritu significa al hombre. El marido gobierna, la mujer 
    es gobernada; el marido manda, la mujer sirve. La casa donde manda la carne 
    y sirve el espíritu va mal. ¿Qué hay peor que una casa 
    donde la mujer manda sobre el marido? En la casa ordenada manda el marido 
    y obedece la mujer. El mismo hombre entonces obra rectamente, cuando obedece 
    su carne y manda su espíritu.
    15. Éstos, pues, han nacido no de la voluntad de la carne ni del hombre, 
    sino de Dios. Mas para que los hombres pudieran nacer de Dios, Dios quiso 
    nacer primero de los hombres. Cristo es Dios y Cristo Dios ha nacido de los 
    hombres. Es verdad que no buscó sino una madre en la tierra, porque 
    ya tenía Padre en el cielo. Nació de Dios para crearnos; nació 
    de la mujer para crearnos segunda vez. No te extrañes, pues, oh hombre, 
    de que seas hecho hijo de Dios por la gracia, pues naces de Dios conforme 
    su Verbo. Primero quiso que su Verbo naciese del hombre, para que tú 
    estuvieses más cierto de tu nacimiento de Dios, pudiendo decir: Dios 
    ha querido nacer del hombre, porque me ha estimado en algo. Para hacerme inmortal, 
    ha querido nacer Él mortal, por mí. De esta manera, cuando luego 
    nos comunicase que habíamos nacido de Dios, no nos extrañásemos 
    y horror¡zásemos de tan enorme favor. Nos tenía que parecer 
    increíble que nosotros pudiésemos nacer de Dios. Por eso para 
    tranquilizamos nos dice: El Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. 
    No te extrañes, por tanto, de que los hombres nazcan de Dios. Pondera 
    más el que Dios ha nacido de los hombres. El Verbo se hizo hombre y 
    habitó entre nosotros.
    16. Al hacerse el Verbo hombre y habitar entre nosotros, con su nacimiento 
    forma el colirio que limpie los ojos de nuestro corazón y puedan ver 
    su majestad a través de su humildad. Porque la curación de nuestros 
    ojos se debe a que el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros, 
    añade: Y hemos visto su gloria. nadie hubiera podido ver su gloria, 
    si antes no hubiera sido curado con la humildad de su encarnación. 
    ¿Cuál era el origen de nuestra ceguera? Atienda vuestra caridad 
    y vea lo que digo. Había caído como polvo en los ojos del hombre, 
    le había caído tierra, había enfermado su vista, no podía 
    ver la luz. El ojo enfermo es después ungido para que sane, con tierra, 
    porque con tierra había enfermado. Habías cegado por el polvo 
    y el polvo te sana. La carne te había cegado y la carne te sana. Por 
    consentir en los afectos carnales, el alma se había hecho carnal. Así 
    es como había cegado el ojo del corazón. El Verbo se hizo carne. 
    Éste es el médico que te preparó el colirio. Y porque 
    el Verbo vino para borrar por la carne las manchas de la carne y matar la 
    muerte con la muerte, es una realidad que porque el Verbo se hizo Hombre, 
    tú puedes decir: Y nosotros hemos visto su gloria. ¿Qué 
    gloria? La gloria de haberse hecho hijo del hombre tal vez. Esto es su humildad, 
    no su gloria. ¿A dónde llega entonces la vista del hombre, curada 
    ya por la Encarnación? Dice: Hemos visto su gloria, la gloria propia 
    del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. De la gracia 
    y de la verdad trataremos en otro lugar en el mismo Evangelio más largamente, 
    si el Señor nos lo concede. Ahora bastan estas cosas. Edificaos en 
    Cristo, confortaos en la fe y velad con las buenas obras. Y no os separéis 
    del madero con que habéis de atravesar el mar.