Tratado Sobre El Evangelio De San Juan - San Agustín


En el principio existía el Verbo, el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios, etc., hasta: Y las tinieblas no lo recibieron (1, 1-5).
1. Cuando reparo en lo que hemos leído en el texto de la Epístola, que el hombre animal no puede entender las cosas que son del Espíritu de Dios, y considero después que entre la muchedumbre presente de vuestra Caridad, tiene que haber muchos carnales, que se guían por los principios de la carne y no pueden aún alzarse al conocimiento del espíritu, dudo mucho cómo podré hablar con la ayuda del Señor o explicar, en mi medida, lo que acabamos de leer del Evangelio: En el principio existía el Verbo, el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios. Esto, en verdad, no lo puede entender el hombre animal. Callaremos, pues, hermanos. Mas entonces, si callamos, ¿para qué se ha leído? ¿Para qué la oímos, si no se explica? ¿Y para qué se expone, si ni se puede entender? Mirando, por otra parte, que entre vosotros tiene que haber algunos capaces de entenderlo, aun antes de que se explique, no quiero perjudicar a éstos por el temor de cansar a los que no me pueden entender. Siempre debemos esperar en la misericordia del Señor, que nos asistirá para que cada uno entienda lo que pueda. Aun el mismo que explica dirá solamente lo que puede. Hablar conforme a la realidad no es posible. Me atrevo a decir, hermanos míos, que ni el mismo Juan dijo como es, sino como él pudo. Es siempre un hombre el que habla de Dios. Ciertamente inspirado por Dios, pero un hombre. Porque estuvo inspirado dijo algo; sin la inspiración no hubiera dicho nada. Porque el inspirado fue un hombre, no dijo todo lo que hay, sino lo que puede decir el hombre.
2. Este Juan era, hermanos carísimos, de aquellos montes de que escribió el Salmista: Traigan los montes la paz al pueblo, y los collados la justicia. Los montes son las almas grandes. Los collados, las pequeñas. Y lo montes traen precisamente la paz para que los collados puedan recibir la justicia. ¿Y qué justicia es la que reciben los collados? La fe, pues el justo vive de la fe. Ahora bien, las almas pequeñas no recibirán la fe, si las grandes, que hemos llamado montes, no son ilustradas por la misma Sabiduría, a fin de que puedan dar a las pequeñas lo que éstas son capaces de recibir... [Se omite aquí el párrafo 3, dedicado a refutar los errores donatistas].
4. Los que traen la paz que se debe predicar al pueblo han contemplado la misma Sabiduría, cuanto es posible a la inteligencia humana, lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni a la mente humana llegó. Si a la mente del hombre no llega esta Sabiduría, ¿cómo llegó a la de Juan? ¿O es que Juan no era hombre?.... Así es, hermanos; si se puede decir que llegó a la mente de Juan en alguna manera, en la misma medida en que llegó a él, se puede también decir que no es hombre Juan. ¿Qué significa esto de que no era hombre? Que empezó en cierto modo a ser ángel; pues todos los santos son ángeles, porque anuncian a Dios. A los hombres carnales y sensuales, que no pueden percibir las cosas de Dios, les dice el Apóstol: Cuando decís que yo soy de Pablo, yo de Apolo, obráis como hombres. ¿Qué pretende hacer de éstos que reprende porque son hombres? ¿Queréis saber lo que pretende? Oíd el Salmo: Yo dije: sois dioses e hijos todos del Excelso. Dios quiere que dejemos de ser hombres. Y entonces, mejorando, dejaremos de ser hombres, cuanto antes reconozcamos que somos hombres. A aquella altura tenemos que subir desde el bajo de la humildad. El que se cree algo, no siendo nada, corre el peligro, no sólo de no recibir lo que no es, sino de perder lo mismo que es.
5. Hermanos, de estos montes era Juan, el que dijo: En el principio existía el Verbo, el Verbo estaba en Dios y el Verbo era Dios. Había recibido la paz este monte, contemplaba la divinidad del Verbo. ¡Cuán grande era este monte, cuán excelso! Pasó sobre todas las cumbres de la tierra, pasó sobre todas las de aire; pasó sobre todos los coros y legiones de los ángeles. Tuvo que pasar sobre todas las criaturas para llegar al Criador de ellas. Para hacerse una idea de lo que sobrepasó, es menester conocer adónde llegó. ¿Qué es el cielo y la tierra? Criaturas. ¿Qué son las cosas que hay en el cielo y en la tierra? Criaturas, todavía con más mérito. ¿Qué son los espíritus, los ángeles, los arcángeles, los tronos, dominaciones, virtudes y principados? Criaturas también. El Salmo en su enumeración abarca todo este conjunto y dice así: Él lo dijo y fueron hechas; Él lo mandó y fueron creadas. Si porque Dios dijo fueron hechas, es claro que fueron creadas por el Verbo de Dios. Y si todo fue hecho por el Verbo, es también claro que Juan tuvo que sobrepasar todo lo que ha sido hecho por el Verbo antes de llegar y escribir aquella frase: En el principio existía el Verbo, el Verbo estaba en Dios y el Verbo era Dios ¡Qué grande es este monte, qué santo, qué alto sobre todos los montes que traen la paz al pueblo de Dios para que los collados reciban la justicia!
6. Mirad, hermanos, si no es tal vez Juan uno de aquellos montes de los cuales hemos dicho poco ha: Levanté mis ojos a los montes de donde me ha de venir el socorro.
Hermanos míos, si queréis, por tanto, entender, levantad vuestros ojos a este monte, mirad al Evangelio, contemplad su sentido. Estos montes traen la paz, y ninguno que confía en el hombre puede estar en paz. No miréis, pues, de tal manera a este monte, como si vuestra paz se hubiese de poner en el hombre, sino decid más bien: levanté mis ojos a los montes de donde me ha de venir el socorro, añadiendo en seguida: mi socorro viene del Señor que ha hecho el cielo y la tierra. Levantemos, sí, nuestros ojos a los montes de donde nos viene el auxilio, sabiendo que nuestra esperanza no estriba en los mismos montes. Los montes reciben, a su vez, de más alto lo que ellos nos sirven. Allí de donde ellos reciben hemos de colocar nosotros nuestra esperanza.
Cuantas veces dirigimos nuestra mirada a la Sagrada Escritura, que nos ha sido servida por hombres, levantamos los ojos a los montes de donde nos viene el socorro. Mas porque los que escribieron la Escritura fueron hombres, su luz no era de ellos; la verdadera luz es aquel que ilumina a todo hombre que viene a este mundo.
Un monte era aquel Juan Bautista, que dijo: Yo no soy el Cristo. Para que nadie, por poner su esperanza en los montes, fuese echado de aquel que ilumina los montes, el mismo Bautista confesó también: que todos hemos recibido de su plenitud.
Debes, pues decir: levanté mis ojos a los montes de donde me ha de venir el socorro. Y para que no atribuyas a los montes el auxilio, debes continuar y decir: Mi auxilio viene del Señor que ha hecho el cielo y la tierra.
7. Hermanos, os he querido decir estas cosas para que cuando levantéis vuestro corazón a las Escrituras, al oír el Evangelio, que dice: En el principio existía el Verbo, el Verbo estaba en Dios y el Verbo era Dios y todo lo demás que se ha leído, sepáis que habéis levantado vuestros ojos a los montes. Si estas cosas no nos la dijesen los montes, no podríamos en manera alguna ni pensarlas. De los montes nos viene el auxilio, aun solamente para oír estas cosas. No podemos entender todavía lo que hemos oído. Invoquemos el auxilio del Señor que ha hecho el cielo y la tierra. Los montes hablan sin poder iluminar; ellos mismos han sido iluminados, porque primero escucharon. Aquel Juan que descansó sobre el pecho del Señor recibió estas cosas que nos ha dicho; el agua que nos quería dar a gustar la bebió él, a su vez, del pecho del Señor. Nos dio a gustar las palabras; pero su inteligencia la tienes que buscar allí de donde él bebió lo que te dio a gustar, para que levantes tus ojos a los montes de donde te ha de venir el socorro y bebas así la palabra que se te ha dado como en un cáliz. Porque tu auxilio debe venir del Señor que ha hecho el cielo y la tierra, puedes llenar tu corazón allí donde él mismo lo llenó. Por esto dijiste: Mi auxilio del Señor que ha hecho el cielo y la tierra. Que os llene, pues, el que puede.
Hermanos, por esto he dicho que cada uno levante su corazón cuanto pueda y que recoja lo que dice.
Tal vez alguno diga que yo os estoy más presente que Dios. Falso. Él está mucho más presente. Yo estoy presente a vuestros ojos. Él lo está a vuestras conciencias. A mí me dirigís el oído; a Él el corazón, para que ambos queden llenos. Tenéis puestos ahora en mí vuestros ojos y los sentidos de vuestro cuerpo; mejor, no en mí, que no soy ninguno de aquellos montes, sino en el Evangelio, en el Evangelista. Pero el corazón lo ha de llenar el Señor. Y, al dirigirlo a Dios, mirad bien qué dirigís y adónde. He dicho: qué levanta y adónde lo levanta. Qué corazón levanta y qué Señor lo levanta. No sea que, sobrecargado con el peso del placer carnal, caiga antes de lo que lo levante. Si ves que pesa sobre ti el peso de la carne, procura purificar con la continencia el corazón que has de levantar a Dios. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
8. De nada sirve el simple sonido de las palabras: En el principio existía el Verbo, el Verbo estaba en Dios y el Verbo era Dios. Cuando hablamos también nosotros pronunciamos palabras. ¿Es ésta, por ventura, la palabra que existía en Dios? Las cosas que nosotros decimos suenan y pasan. ¿Se acaba también el Verbo de Dios al ser pronunciado? Entonces, ¿cómo pudieron ser hechas por Él todas las cosas y no existir nada sin Él? Si pasó al ser pronunciado, ¿cómo puede ser gobernado por Él cuanto ha sido creado por Él? ¿Qué palabra es esta que se pronuncia y no pasa? Atienda vuestra caridad, porque es idea importante.
Las palabras han perdido su valor con el continuo hablar. Sonando y pasando han perdido su virtud, y ya no parecen sino palabras. Pero en el hombre también hay un verbo que queda dentro. El sonido sale de la boca. Hay un verbo que tiene una pronunciación espiritual, lo que percibes por el sonido, no el sonido mismo. Cuando digo Dios, pronuncio una palabra. Es cosa breve lo que he dicho: cuatro letras y dos sílabas. ¿Diremos que esto nada más es Dios, cuatro letras y dos sílabas? O diremos más bien que cuanto más pobre es el sonido exterior, tanto más rico es lo que con él se percibe? Algo pasa en tu mente cuando oyes la palabra Dios. Algo pasa en la mía cuando la pronuncio. Pensamos en un grande y supremo Ser que trasciende la criatura mudable, carnal y animal. Al preguntarte si Dios es mudable o inmutable, me respondes en seguida: lejos de mí creer o pensar que Dios sea mudable; Dios no puede mudar. Tu alma, aunque pequeña, aunque carnal todavía, no puede menos de confesar que Dios es inmutable y que la criatura es esencialmente mudable. ¿Cómo se te ha ocurrido cosa que está por encima de todo lo creado y decirme con certeza que Dios es inmutable? ¿Qué hay en tu corazón cuando piensas en un Ser vivo, perpetuo, omnipotente, infinito, en todas partes presente, doquiera completo y por nada limitado? Cuando piensas esto entonces tienes en tu corazón el Verbo de Dios. Y ya ves que esto no es aquel sonido que consta de cuatro letras y dos sílabas. Lo que al pronunciarse pasa es lo que llamamos sonidos, letras y sílabas. La palabra que suena pasa; pero la que expresa el sonido y queda en el sujeto racional que habla o escucha persevera aun pasados los sonidos.
9. Sigamos con esta idea. Tú puedes tener en tu corazón un verbo, la idea que ha nacido de tu mente, que la ha engendrado. Esa idea está allí como fruto de tu inteligencia, como hijo tuyo. Antes de hacer una obra, de realizar algo grande en la tierra, tu corazón engendra primero la idea. Tienes la idea y la obra no se ha realizado todavía. En tu mente estás ya viendo lo que vas a hacer antes de que los demás admiren la mole que haces y levantas, antes de que la empresa se realice y lleve a término. Los hombres contemplan la grandiosa construcción y admiran el plan del constructor. Se admiran de lo que ven y se gozan en lo que no ven. Ninguno puede ver la idea interior del plan; pero por la obra exterior todos alaban el proyecto donde se concibió primero.
¿Quieres ahora conocer el Verbo de Dios, a Jesucristo Nuestro Señor? Mira esta gran fábrica exterior del mundo. Todo ha sido hecho por el Verbo; así conocerás quién es el Verbo. Mira estas dos partes del mundo, el cielo y la tierra. Nadie puede expresar la belleza del cielo, nadie la fecundidad de la tierra, la sucesión ordenada de los tiempos, la fuerza oculta de las semillas.
Observad que callo mucho, porque no quiero con una larga enumeración decir poco, menos, tal vez, de lo que vosotros podéis adivinar. Por esta fábrica del mundo, deducid lo que debe ser el Verbo que la ha hecho todo y cuanto fuera de ella existe. Nosotros no vemos sino lo que está al alcance de los sentidos. Fuera están los ángeles, que también han sido hechos por el Verbo, y los arcángeles, las potestades, los tronos, las dominaciones y principados. Todo ha sido hecho por el Verbo. Deducid de aquí qué grande debe ser el Verbo.
10. Alguno tal vez diga ahora. ¿Y quién puede pensar en este gran Verbo? Cuando oyes esta palabra no pienses nada pequeño, al igual de las palabras que oyes diariamente. Aquel dijo tales palabras, tales otras me han pronunciado; tú mismo me cuentas otras parecidas. Con el diario usar los nombres de las cosas, las palabras se han desvalorizado. Pues cuando oyes que en el principio existía el Verbo, no pienses en nada pequeño, como acostumbras a pensar, cuando oyes las palabras humanas. Mira en lo que debes pensar: El Verbo era Dios.
11. Podrá venir ahora uno de esos herejes arrianos y decir que el Verbo de Dios fue hecho. ¿Cómo es posible que el Verbo de Dios haya sido hecho, cuando todas las cosas las ha hecho Dios por el Verbo? Si el Verbo de Dios también ha sido hecho, ¿por qué otro Verbo ha sido hecho? Si a éste por quien fue hecho aquel Verbo lo llamas Verbo del Verbo, yo lo llamo el Unigénito de Dios. Y si no lo llamas Verbo del Verbo, admite que no ha sido hecho el que ha hecho todas las cosas. Asimismo no se pudo hacer el que hizo todas las cosas. Creamos, pues, al Evangelista, quien pudo haber dicho: En el principio, hizo Dios al Verbo, lo mismo que Moisés dijo: en el principio hizo Dios el cielo y la tierra, y luego va enumerando cada una de las partes. Dijo Dios: Hágase, y fue hecho. ¿Quién es el que dijo? Dios, ciertamente. ¿Y qué es lo que se hizo? La criatura. Entre Dios que habla y la criatura que se hace está como medio el Verbo, por quien se hace todo. Dijo Dios: Hágase y fue hecho. Este es el Verbo inmutable. Aunque las cosas mudables se hacen por el Verbo, Él es inmutable.
12. No pienses, pues, que fue hecho aquel por quien se hicieron todas las cosas. Así no serías reparado por el Verbo, por quien se repara todo. Ya has sido hecho por el Verbo, pero debes todavía ser reparado por Él. Mas si tu fe sobre el Verbo fuere falsa, no serás reparado. Has sido creado por el Verbo; pero, como por Él has sido hecho, de por ti te vas deshaciendo. Si de tu parte te deshaces, Él, que te ha hecho, te rehará. Si de tu parte vas empeorando, Él, que te creó, te creará nuevamente. Mas no te volverá a crear de nuevo por el Verbo si no piensas bien de él. Dice el Evangelista: En el principio existía el Verbo. Tú dices: En el principio fue hecho el Verbo. Él dice: Todo fue hecho por El. Tú dices: El mismo Verbo fue hecho. Podía haber dicho el Evangelista: En el principio fue hecho el Verbo. Y dice: En el principio existía el Verbo. Si ya existía no fue hecho, ya que todas estas cosas fueron hechas por Él, y nada se hizo sin Él. Quedemos, pues, en que el Verbo existía en el principio, el Verbo estaba en Dios y el Verbo era Dios. Si no puedes entender esto, espera a ser mayor. Él es manjar sólido. Aliméntate primero con leche para crecer y poder tomar este manjar.
13. Ahora, hermanos, sobre lo que sigue: Todo fue hecho por Él y sin Él nada fue hecho, tened cuidado de creer que la nada es algo. Algunos entienden mal este sin Él nada fue hecho, creyendo que la nada es una cosa. El pecado no fue hecho por Él, y es claro que el pecado no es nada y que los hombres nada ganan cuando pecan. El ídolo no fue hecho por el Verbo, aunque tenga cierta forma humana. Si el hombre ha sido hecho por el Verbo, no lo ha sido la forma humana que hay en el ídolo. Tenemos escrito que el ídolo no es nada. Estas cosas no son obra del Verbo; pero lo son todas las cosas que han sido hechas en la Naturaleza, cuanto hay en las criaturas, todo sin excepción, las cosas que hay fijas en el cielo, las que brillan sobre nuestras cabezas, las que vuelan bajo el cielo, cuanto se mueve en el universo, todas las criaturas. Lo diré mas claro, para que lo entendáis bien: cuanto existe, desde el ángel hasta el gusano. Entre las criaturas, ninguna más excelente que el ángel y nada más pequeño que el gusano. Pues el mismo que hizo los ángeles ha hecho a los gusanos aunque el ángel sea para el cielo y el gusano para la tierra. El mismo que creó el mundo lo ha organizado también. Si el gusano estuviera en el cielo, te parecería Dios reprensible, al igual que si hubiera dispuesto que los ángeles naciesen de la carne en corrupción. Pues casi esto se verifica en el hombre y no es reprensible. Todos los hombres son como gusanos, que nacen de la carne, y de ellos hace Dios ángeles. Si el mismo Señor ha dicho de sí que es gusano y no hombre, ¿quién no repetirá lo que hay escrito en Job: Con mucha más razón el hombre es podredumbre y gusano?.
Primero dijo: El hombre es podredumbre, y luego: El hijo del hombre es gusano. Como el gusano se cría en la podredumbre, dice que el hombre es podredumbre y gusano. Mira qué se hizo por ti (al encarnarse). Aquel que en el principio existía como Verbo, estaba en Dios y el Verbo era Dios. ¿Por qué se hizo hombre por ti? Para que te levantases tú, que no podías comer. Así es, hermanos, a la letra. Todas las cosas fueron hechas por Él, y sin él no se hizo nada. Toda criatura ha sido hecha por Él, la grande y la pequeña; por Él han sido hechas las de arriba y las de abajo, la espiritual y la corporal. Ninguna forma, ninguna unión o concordia de parte, ninguna sustancia cualquiera que ella sea, nada que tenga peso, número o medida existe sin el Verbo y sin aquel Verbo Creador, del cual se ha dicho: Todo lo has dispuesto conforme a medida, número y peso.
14. Que ninguno os engañe cuando sentís las molestias de las moscas. Porque algunos son burlados y cogidos por el diablo con las moscas. Los cazadores suelen poner en los cepos moscas y cazar así a las aves hambrientas. Del mismo modo algunos son cogidos por el diablo con las moscas.
Estaba uno un día molesto con las moscas, y lo encontró así malhumorado un maniqueo. Al decirle que él no podía aguantar las moscas y que las aborrecía de corazón, le dijo el maniqueo. ¿Quién las ha creado? Como estaba enfadado con ellas y las aborrecía de verdad, no se atrevió a decir que Dios las había hecho, pues era católico. El maniqueo añadió en seguida: Si Dios no ha hecho las moscas, ¿quién las ha podido hacer?
Yo creo, contestó el católico, que sólo el diablo las ha podido hacer.
El maniqueo, en seguida: Si el diablo ha creado las moscas, como me parece que tú confiesas, juzgando con prudencia, ¿quién ha hecho la abeja, que es un poco mayor que la mosca? No se atrevió el otro a decir que Dios había hecho la abeja y no había hecho la mosca, pues eran tan parecidas. De la abeja lo llevó a la langosta, de la langosta a la salamanquesa, de la salamanquesa al ave, del ave a la oveja, después al buey, al elefante, y por último al hombre. De esta manera, por el enfado que recibió de las moscas, se convirtió en mosca y posesión del diablo. Porque dicen que Beelcebuz se interpreta príncipe de las moscas. De éstas se ha escrito: Las moscas que van a morir acaban con el aceite de la suavidad.
15. ¿Para qué he referido estas cosas, hermanos? Para que cerréis las puertas de vuestro corazón a las asechanzas del enemigo. Creed que Dios ha hecho todas las cosas y las ha puesto en orden.
¿Por qué padecemos muchos males de las criaturas que Dios ha hecho? Porque hemos ofendido a Dios. Los ángeles no padecen estas cosas. Tal vez nosotros en esa vida no hubiéramos temido estas cosas. Acusa a tu pecado por tu pena, no al juez. Por nuestra soberbia Dios ha instituido que esa criatura tan pequeña y tan abyecta nos atormentase. Así el hombre soberbio que se levanta contra Dios, el hombre mortal que asusta a otros mortales, el hombre que no quiere reconocer al hombre como su prójimo, cuando se ensoberbece, es humillado por las pulgas. ¿Por qué te inflas, humana soberbia? Te hace una injuria el hombre y te hinchas y llenas de ira. Tendrás que luchar con las pulgas para dormir. Mira quién eres.
Para que nos convenciésemos de que todas estas criaturas que nos molestan han sido criadas para ayudarnos a vencer nuestra soberbia, mandó Dios al pueblo soberbio de Faraón moscas y ranas para vencerlo la soberbia con estas cosas tan bajas, habiendo podido vencerlo con osos, leones y serpientes.
16. Todas las cosas, hermanos, todo absolutamente ha sido creado por Él, y sin Él no se ha hecho nada. ¿Cómo fueron hechas todas las cosas por Él? Lo que ha sido hecho es la vida en Él. También se puede decir: Lo que ha sido hecho en Él es vida. Luego todo es vida si leemos así ¿Hay algo que no haya sido hecho en él? Él es la sabiduría de Dios, como dice el Salmo: Todo lo has hecho en Sabiduría. Si Cristo es la Sabiduría de Dios y el Salmo dice que todo ha sido hecho en la Sabiduría, se sigue que, como todo ha sido hecho por Él, hermanos amadísimos, y todo lo que ha sido hecho en él es vida, se sigue que la tierra es vida y el árbol es vida. Nosotros llamarnos al leño vida, pero nos referimos al leño de la cruz, de donde hemos recibido la vida. También la piedra es vida. No es decorosa esta interpretación, y corremos peligro de que se nos meta otra vez la vil secta de los Maniqueos y nos diga que la piedra tiene vida, y alma la pared, la cuerda, la lana y el vestido. Así suelen hablar en su delirio, y cuando se les reprime y refuta, apelan a las Escrituras, y dicen: ¿Para qué se ha escrito: Lo que fue hecho en Él es vida? si todo ha sido hecho en Él, todo tiene vida.
Para que no te engañen, lee tú así: Lo que ha sido hecho (haz una pausa aquí y sigue luego), en Él es vida. ¿Qué significa esto? La tierra ha sido hecha, pero no es vida en sí misma. En la Sabiduría creadora hay una forma espiritual de la tierra que ha sido hecha, y esta forma sí es vida.
17. Lo explicaré lo mejor que pueda a vuestra Caridad.
Hace el carpintero una arca. Esta arca existe primero en el artífice. Si no la tuviese primero en su mente el artista, ¿de dónde la podría sacar? Mas el arca que existe en la mente del artista existe de modo que no es la misma que se ve después con lo ojos del cuerpo. En la concepción del artista está invisible; en la ejecución, visible. No porque ha sido ya ejecutada deja de existir en el artista. La tenemos ya en la ejecución externa y en la concepción del artista. Si se rompe el arca externa que ha ejecutado, puede hacer una segunda nueva conforme al original que tiene en la mente. Distinguid, pues, el arca en el artista y el arca en la ejecución. El arca en la ejecución no es vida; vive, en cambio, en la mente del artista, porque el alma del artista donde están todas las cosas, antes de su ejecución, tiene vida real.
Apliquemos, hermanos amadísimos, el ejemplo a las obras de la Sabiduría de Dios. La Sabiduría de Dios, que ha hecho todas las cosas, contiene en sí la idea ejemplar de todas las cosas antes de realizarlas en el exterior. Todo lo que es hecho conforme a esta idea ejemplar tiene vida en el Verbo, aunque en sí no la tenga.
La tierra que ves existe primero en el artista divino; el cielo, el sol, la luna. En su realidad sensible son cuerpos; en su causa ejemplar, vida.
Esto lo entenderéis como podáis, porque es algo grande lo que acabo de decir. Aunque no sea yo grande, alguien verdaderamente grande lo ha dicho. Yo soy, ciertamente pequeño, pero no digo estas cosas. Yo, para decirlas, miro a otro que no es pequeño. Que cada uno entienda como pueda y en la medida que pueda. Y el que no pueda, que alimente su inteligencia hasta que pueda. ¿De dónde debe nutrirse? Con leche primero, hasta que pueda digerir el alimento sólido. Que no se separe de Cristo nacido en carne mortal hasta que llegue a Cristo nacido del Padre Unico, Verbo Dios que está en Dios, por quien han sido hechas todas las cosas. Aquella vida que hay en Él es la luz de los hombres.
18. Esto es lo que sigue: Y la vida era la luz de los hombres. Por esta vida son los hombres iluminados. Los animales no son iluminados porque carecen de inteligencia para ver la sabiduría. El hombre, en cambio, hecho a imagen de Dios, tiene entendimiento con que poder ver la sabiduría. Aquella vida por la cual fueron hechas todas las cosas, ésta misma es la luz, no de cualquier ser, sino del hombre. Por esto se dice poco después: Existía la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene al mundo. Esa fue la luz que iluminó a Juan el Bautista; la misma que iluminó a Juan el Evangelista. Lleno estaba de esta luz el que escribió: Yo no soy el Cristo, sino el que viene después de mí, a quien yo no soy digno de soltarle la correa de su zapato. Esta misma luz esclarecía también al que dijo: En el principio existía el Verbo, el Verbo estaba en Dios y el Verbo era Dios. Esa misma vida es la luz de los hombres.
19. Tal vez haya corazones necios que no pueden todavía recibir esta luz, porque están tan gravados por sus pecados, que no pueden verla. Si no la pueden ver, que no piensen que la luz está lejana. Es que ellos mismos son tinieblas por sus pecados. Y la luz luce en las tinieblas, y las tinieblas no la recibieron. Hermanos, el ciego que está en el sol tiene en sí presente al sol, pero es como si estuviese ausente; lo mismo pasa con el necio, con el impío, con el inicuo, que es ciego del alma. Está presente la Sabiduría, pero lo está a un ciego, dista mucho de su ojos. No está lejana la Sabiduría de él, pero él lo está de la Sabiduría. ¿Qué debe hacer? Limpiarse para que pueda ver a Dios. A uno que no pudiese ver por tener enfermos y sucios lo ojos con el polvo, pituita y humo que le ha caído, le diría el médico: Quita de tu ojo cuanto le hace mal, para que puedas ver la luz de tus ojos. El pecado y las iniquidades son el polvo, la pituita y el humo. Quita de ahí todas esas cosas y verás la Sabiduría, que está presente. Dios mismo es la Sabiduría. Y escrito está: Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
San Agustín: TRATADO II SOBRE EL EVANGELIO DE SAN JUAN
1. Conviene, hermanos, que expliquemos, conforme a nuestra posibilidad, el texto de las Sagradas Escrituras, y sobre todo, del Evangelio sin omitir ningún pasaje. Nosotros, en nuestra medida, seremos primero alimentados y luego os serviremos a vosotros aquello mismo con que nosotros nos hemos alimentado. ¿Os acordáis que el domingo pasado explicamos el primer capítulo; esto es: En el principio existía el Verbo, el Verbo estaba en Dios y el Verbo era Dios. Éste existía en el principio en Dios. Todas las cosas fueron hechas por él y sin él no se hizo nada. Lo que fue hecho es vida en Él, y la vida era luz de los hombres, y la luz luce en las tinieblas, y las tinieblas no la recibieron? Creo que llegamos hasta aquí. Recordadlo todos los que asististeis, y los que no vinisteis creednos a nosotros y a los que estuvieron presentes. Ahora, puesto que no podemos repetir siempre lo mismo, en atención a los que quieren oír lo que sigue y para evitar la molestia que sería privarlos de lo que queda, por repetir lo pasado, que se resignen a no pedirnos lo ya explicado los que no estuvieron aquí y se contenten con oír, juntamente con los que asistieron, lo que voy a explicar ahora.
2. Sigue (el texto sagrado): Hubo un hombre enviado por Dios que se llamó Juan. El primer día hablamos de la inefable divinidad del Verbo y de una manera casi inefable también. Porque, ¿quién puede entender: En el principio existía el Verbo y el Verbo estaba en Dios? Para que el uso ordinario de las palabras no quite la fuerza que tiene el Verbo, añade: Y el Verbo era Dios. De este Verbo hablamos bastante el día anterior. Y espero en el Señor que, con tanto hablar, habremos llevado algo a vuestros corazones.
En el principio existía el Verbo. Siempre existe el mismo, siempre de la misma manera, como existe siempre, está ahora; no se puede mudar. Eso significa existe. Éste es su propio nombre, que reveló a su siervo Moisés: Yo soy el que soy, y Me ha enviado el que es. Esto no es fácil de entender, pues nosotros no vemos sino cosas mortales, que se cambian, cuerpos que cambian en sus cualidades, naciendo, creciendo, disminuyendo, muriendo; las mismas almas crecen y crecen con los afectos de diversos deseos; los hombres pueden conocer la Sabiduría si se acercan a su luz y calor; la pueden perder si se separan de ella por el mal deseo. Al ver, pues, todas estas cosas mudables, ¿qué puede ser lo que es, sino aquello que sobrepasa todo lo que es, de manera que no es al mismo tiempo? ¿Quién puede entender esto? ¿O quién, por más que esfuerce su ingenio para llegar a lo que hay en la manera que le sea posible, llegará con su entendimiento al fondo de lo que ha entendido? Esto es lo mismo que quien ve de lejos la patria y tiene por medio el mar. Ve adónde tiene que ir, pero no tiene por dónde ir. Nosotros queremos llegar a nuestro descanso, donde está lo que es realmente, pues esto es lo único que siempre está como es. Tenemos por medio el mar del siglo presente. Por aquí tenemos que ir. Nosotros vemos adónde debemos ir; hay muchos, con todo, que no saben adónde dirigirse. Pues (el Verbo), para que tuviésemos un camino por donde ir, vino de allí adonde queremos ir. ¿Y qué hizo? Nos dio un leño con que pudiésemos atravesar el mar. Nadie puede pasar el mar de la vida si no va en la cruz de Cristo. A esta cruz se abrazan a veces aun los que están mal de lo ojos. Por esto, aun quien no ve por la distancia adónde se dirige, que no se separe de la cruz, porque ella lo llevará.
3. Ved, pues, hermanos míos, por qué me atrevo a daros este consejo: si queréis vivir pía y cristianamente, abrazados a Cristo en su humanidad, que ha tomado por nosotros, y llegaréis a Él como Dios que es y era antes. Encarnó y se asemejó a nosotros; se ha hecho lo que no era para salvar a los enfermos, darles con qué pasar el mar y llegar a la patria, donde ya no será precisa ninguna nave, porque allí no hay mar. Es mejor no apartarse de Cristo, aunque no se entiende lo que es que entenderlo, y despreciar su cruz. Mejor todavía y óptimo es ver, si es posible, adónde hay que ir y agarrarse a la nave el pasajero. Esto lo lograron las grandes almas de aquellos que hemos llamado montes, a los que de una manera especial ilustró la luz de la justicia. Lo lograron y vieron qué es ello en sí. Así, Juan, como vidente, dijo: En el principio existía el Verbo, el Verbo estaba en Dios y el Verbo era Dios. Lo vieron, y para llegar a lo que veía desde lejos, no se separaron de la cruz de Cristo, no despreciaron su bajeza. Las almas pequeñas, que no pueden ver esto si no se separan de la cruz, de la pasión y resurrección de Cristo, llegarán allí adonde su vista no alcanza en la misma nave en que llegan los que pueden ver.
4. Hubo filósofos paganos que encontraron al Creador por la criatura, pues, como claramente dice el Apóstol, se le puede hallar por la criatura. Porque los atributos invisibles de Dios se hacen visibles por la creación del mundo, conocidos por la inteligencia en sus obras, tanto su eterna potencia como su divinidad, de suerte que son inexcusables. Y añade: Por cuanto habiendo conocido a Dios. No dice que no lo conocieron, sino: Por cuanto, habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias; antes se desvanecieron en sus pensamientos y se entenebreció su insensato corazón. ¿Cómo se oscureció? Lo dice más claramente en lo que sigue: Alardeando de sabios, se embrutecieron. Vieron dónde debían llegar; mas, desagradecidos para quien les había dado la vista, prefirieron atribuirse a sí lo que habían visto. Al ensoberbecerse, perdieron lo que habían visto, y entonces fue cuando se inclinaron ante los ídolos, las imágenes y esculturas de los demonios, adorando a la criatura con desprecio del Creador. Ya antes de prostituirse habían caído, y antes de caer se habían ensoberbecido. Y al llenarse de soberbia fue cuando se creyeron sabios. Éstos de que habla el Apóstol como conocedores de Dios vieron, lo mismo que dice San Juan, que el Verbo había creado todas las cosas. Estas verdades las encierran ya los libros de los filósofos, aun la de que Dios tiene un Hijo Unigénito, por quien ha hecho todas las cosas. Esto lo vieron en su verdad, pero lo vieron de lejos, y no quisieron aceptar la humildad de Cristo, la nave donde hubieran llegado con toda seguridad adonde había visto de lejos. Les pareció vil la cruz de Cristo. Teniendo que atravesar el mar ¿desprecias la nave? ¡Oh sabiduría soberbia!, que te burlas de Cristo, a quien has visto desde lejos: En el principio existía el Verbo y el Verbo estaba en Dios. ¿Por qué fue crucificado? Porque te era necesario el madero de su humildad. Hinchado por la soberbia, habías sido echado lejos de aquella patria. Está interrumpido el camino con las olas de este mundo; no hay otro medio de llegar a la patria si no tomas el madero. Él es tu camino, pero a través del mar. Él lo ha recorrido primero, para indicarte que el camino va por el mar. Tú no puedes andar, como él, sobre las aguas; tienes, pues, que ir en una nave, en un madero. Cree en el Crucificado y podrás llegar. Ha sido crucificado por ti, quería enseñarte la humildad. Si hubiera venido como Dios, no lo hubieras conocido. No podía presentarse como Dios a los que no podían ver a Dios. Como Dios ni viene ni se va, porque está presente a todos los sitios y no es limitado por ninguno. ¿En qué forma vino? Revelándose como hombre.
5. Porque se hizo hombre, y ocultó su divinidad, envió delante de sí otro hombre por cuyo testimonio se revelase más que otro hombre. ¿Quién es éste? Hubo un hombre. Para que su testimonio sobre Dios fuese verdadero fue enviado por Dios. ¿Cómo se llamaba? Su nombre era Juan. ¿A qué vino? Vino para testimoniar. Para dar testimonio de la Luz, para que todos creyesen en ella. ¿Quién es éste que da testimonio de la Luz? Cosa grande tiene que ser este Juan. Gran mérito, gran gracia, grande cumbre. Admíralo, admíralo de verdad, como a un monte. El monte, si no es revestido de la luz, está en tinieblas. Admira a Juan; pero oye lo que sigue: No era él la Luz. Si creyeras que el monte es la Luz, podrías encontrar en él la muerte en vez de la vida. En el monte debes admirar nada más que al monte como tal. Levántate a aquel que ilumina al monte el cual, a su vez, se ha levantado también para recibir primero los rayos que él después envía a tus ojos. Él no era, pues, la Luz.
6. ¿Para qué vino entonces? Para dar testimonio de la Luz. Y este testimonio, ¿a qué fin? Para que todos creyesen por su medio. ¿Qué luz es la que anuncia? Existía la luz verdadera. ¿Qué añade verdadera? El hombre iluminado es luz; pero la Luz verdadera es la que ilumina. También nuestros ojos se llenan de luces, sin embargo, si de noche no se enciende una candela, o de día no sale el sol, inútilmente se abren estas luces de los ojos. De este modo, Juan era la luz, pero no la luz verdadera. Con la iluminación se convierte en luz; sin ella, en tinieblas. Si no es iluminado, sigue siendo tinieblas, como todos los impíos a los que, después de convertirlos, escribe el Apóstol: Fuisteis un tiempo tinieblas. Y ahora, después que han creído, dice: Y ahora, luz en el Señor. No entenderíamos si no añadiese: En el Señor, Luz, dice en el Señor; tinieblas no eran en el Señor. Fuisteis un tiempo tinieblas. Aquí no dijo en el Señor. Tinieblas, pues, en vosotros; luz en el Señor.
7. Pero, ¿dónde está la luz misma? Estaba la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene al mundo. Si ilumina a todo hombre que viene, también al mismo Juan. Él iluminaba, por tanto, a aquel por quien quería ser manifestado. Entiéndame vuestra Caridad. Venía a mentes débiles, corazones enfermos, a alma de ojos legañosos. Aquí venía. ¿Y cómo podría el alma ver al que es perfecto? De la misma manera que nos damos cuenta de que ha salido el sol, que no podemos ver en sí mismo por los cuerpos en que se refleja. El que tiene los ojos enfermos puede ver la pared iluminada y brillante por el sol, el monte, el árbol o cosa parecida. Los que no pueden ver tan fácilmente la salida misma del sol se dan cuenta de ella por los otros cuerpos que ilumina. Los hombres a quienes venía Cristo no podían fácilmente verlo a él. Irradió sobre Juan. Y de él, que confiesa no ser el que irradia e ilumina, sino el irradiado e iluminado, conocen los demás a Aquel que ilumina, a Aquel que ilustra, a Aquel que todo lo llena. Si no se hubiera retirado de allí (de Cristo), no tendrá necesidad de tal luz; tiene ahora que ser iluminado porque se retiró de Aquel por quien el hombre puede estar siempre en luz.
8. Entonces, si (el Verbo) ha venido, ¿dónde estaba? Estaba en este mundo. Estaba aquí y vino aquí; estaba aquí por su divinidad; vino aquí según la carne. Estando como estaba aquí por la divinidad, no podía ser visto por los necios, los ciegos y los impíos. Los malos son las tinieblas, de que se habla en el texto: La luz en las tinieblas, y las tinieblas no la recibieron. Aquí estás ahora, aquí estaba, aquí estará siempre, y en ningún tiempo o lugar se retira. Es necesario que te hagas de un medio para ver al que nunca se separa de ti. Es necesario que tú no te separes de quien nunca se separa de ti. Es necesario que tú no abandones para que no seas abandonado. No caigas tú, y Él no te dejará de la vista; si tú caes, Él se te ocultará; si tú te mantienes firme, él se mantendrá a tu lado.
Desgraciadamente, no te has mantenido en pie. Recuerda de dónde has caído, de dónde te arrojó el que cayó primero que tú. Te ha arrojado no por la fuerza o violencia, sino por tu propia voluntad. Si no hubieses consentido con el mal, hubieras permanecido en pie, en la luz. Ahora que te encuentras caído, que está enfermo tu corazón, el único que puede ver aquella luz, viene a ti de forma que puedes verlo, se te aparece como hombre y busca el testimonio de un hombre. Dios pide a un hombre que dé testimonio de el. Dios tiene por testigo a un hombre. Dios escoge por testigo a un hombre en favor del mismo hombre, tan débiles somos. Como la antorcha buscando el día. Juan fue llamado antorcha por el mismo Señor, cuando dijo: Él era una antorcha encendida y luciente, y vosotros pensasteis alegraros por un momento con su luz, pero yo tengo un testimonio mayor que el de Juan.
9. Así probó que había escogido como testigo a la antorcha para bien de los hombres, de los que habían de creer y para confundir con la luz de la antorcha a sus enemigos. A aquellos mismos enemigos que le preguntaron para cogerlo: Dinos, ¿con qué poder haces esas cosas? Respondió Él: Os voy a hacer Yo a vosotros también una pregunta: Decidme: ¿de dónde era el Bautismo de Juan, de Dios o de los hombres? Y se turbaron y dijeron entre sí: Si decimos que de Dios, nos dirá: ¿Por qué no habéis creído entonces en él? (Pues él había testimoniado en favor de Cristo y había dicho: Yo no soy Cristo, sino Aquel). Pero si decimos que de los hombres, debemos temer que el pueblo nos apedree, pues tiene a Juan por Profeta. Tenían miedo a las piedras, pero mayor a la confesión de la verdad, y así, respondieron falsamente a la Verdad. La iniquidad mintió contra sí misma. Dijeron: No sabemos. Y porque, negando lo que sabían, cerraron contra su daño, el Señor no les abrió porque tampoco llamaron. Pues escrito está: Llamad y se os abrirá. Éstos no solamente no llamaron para que se les abriese, sino que negando, se cerraron a sí mismos la puerta. Por esto les dijo el Señor: Pues Yo tampoco os digo en qué poder hago estas cosas. Y fueron confundidos por el mismo Juan y se verificó de esta manera en ellos el texto: He preparado una antorcha a mi Cristo; a sus enemigos, en cambio, los llenaré de confusión.
10. En el mundo estaba y el mundo fue hecho por Él. No pienses que estaba en el mundo a la manera como están en él la tierra, el cielo, el sol, la luna y las estrellas, los árboles, los animales, los hombres. Él no estaba así en el mundo. ¿Cómo estaba entonces? Como está el artífice que gobierna lo que ha hecho. Él no obró como obra el fabricante. La obra que hace el artífice está fuera, queda puesta en otro sitio cuando se está fabricando, y aunque esté cerca, él se sienta en otro sitio, siempre fuera de la obra que realiza. Dios, en cambio, hace al mundo dentro del mundo, siempre en él opera, nunca se le separa, no queda fuera, como lo está el que da vueltas a la masa que está modelando. Con la presencia de su grandeza hace lo que hace, con su presencia gobierna lo que hizo. Su presencia en el mundo fue tal, que por ella fue hecho el mundo: Y el mundo fue hecho por Él, y el mundo no lo conoció.
11. ¿Qué significa el mundo fue hecho por Él? Se llama mundo el cielo, la tierra, el mar y todas las cosas que hay en él. También con otro sentido se llama mundo a sus amadores. El mundo fue hecho por Él, y el mundo no lo conoció. ¿Acaso los cielos no conocieron a su Creador? ¿Acaso los ángeles o las estrellas tampoco conocieron a Aquel que confiesan los demonios? Todas las cosas en todas partes dieron testimonio de Él. ¿Quiénes son los que no lo conocieron? Los que por amar al mundo se llamaron mundo. El amor es como un habitar de corazón. Por su amor pudieron ser llamados con el nombre de aquel donde habitaban. Como cuando decimos: aquella casa es buena, aquella otra es mala. En la que llamados mala no acusamos a las paredes, ni en la que decimos buena, alabamos los muros, sino que llamados malos o buenos a los moradores de ella. Así llamamos mundo a los que habitan en él por el amor.
¿Quiénes son éstos? Los que aman al mundo. Éstos son los que viven en él de corazón. Los que no aman al mundo, se encuentran en él corporalmente, pero con el corazón están en el cielo, conforme a la frase del Apóstol: Nuestra morada está en los cielos. Éste es el sentido de: El mundo fue hecho por Él, y el mundo no lo conoció.
12. Vino a su casa, porque todas estas cosas fueron hechas por Él. Y los suyos no le recibieron. ¿Quiénes son los suyos? Los hombres que creó. Los judíos, que prefirió a todas las naciones. Las demás gentes adoraban los ídolos y servían a los demonios. El pueblo judío, nacido de la sangre de Abraham, era especialmente suyo, porque le estaba ligado por vínculos de parentesco carnal. Vino a su casa, y los suyos no le recibieron., ¿Es que no lo recibieron en absoluto? ¿Nadie lo recibió? ¿Nadie se salvó entonces, ya que nadie se puede salvar si no recibe a Cristo Encarnado?
13. Por esto añade: Y cuantos le recibieron. ¿Qué dio a éstos? Gran benevolencia, gran misericordia. Hijo Unigénito, no quiso estar solo. Muchos hombres que no han tenido hijos se adoptan otros en su ancianidad, logrando así por amor lo que les negó naturaleza. Esto hacen los hombres. Y si uno tiene un hijo nada más, se alegra tanto más, porque este sólo ha de heredarlo todo y no quedará pobre, al no tener con quién condividir la hacienda. ¿Dios no procede así? Al único Hijo que había engendrado y por quien había creado todas las cosas, lo envía a la tierra, para que no fuese solo, sino que tuviese otros hermanos por adopción. Porque nosotros no hemos nacido de Dios como aquel Unigénito, sino que hemos sido adoptados por gracia suya. Aquel Unigénito vino al mundo para redimirnos de los pecados que nos tenían atados y con cuyo impedimento no podíamos ser adoptados. Nos quiso hacer sus hermanos y nos libertó e hizo sus coherederos. Así lo dice el Apóstol: Y si hijo, también heredero por Dios. Y otra vez: Herederos de Dios y coherederos de Cristo. No temió tener coherederos, porque su herencia no es estrecha, aunque muchos entren en ella. Los mismos que entran a poseer se convierten en herencia de él y Él en herencia de ellos. Escucha de qué manera pasan a ser herencia de Él: El señor me ha dicho: Tú eres mi Hijo, Yo te he engendrado hoy; pídeme, y te daré las gentes como herencia tuya. ¿Y cómo se hace Él herencia nuestra? Dice el Salmo: El señor es la parte de mi herencia y de mi Copa. Que nosotros lo poseamos y que él nos posea; que él nos posea como Señor y que nosotros lo poseamos como Vida y como Luz. ¿Qué es lo que ha dado a los que lo recibieron? A los que creen en su nombre les dio poder de llegar a ser hijos de Dios. Para que se agarren a la cruz y pasen al mar.
14. ¿Y cómo nacen estos hijos? Porque si son hijos de Dios y hermanos de Cristo, ciertamente tienen que haber nacido. Si no hubieran nacido, ¿cómo pueden ser hijos? Los hijos de los hombres nacen de la carne y de la sangre, de la voluntad humana y de la unión matrimonial. Mas estos hijos de Dios, ¿cómo nacen? No de la sangre, no de hombre y dé mujer... No de la sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre. La carne está puesta por la mujer, porque, cuando la mujer fue creada de la costilla de Adán, dijo esto: Esto ahora es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Y el Apóstol dice: El que ama a su esposa, se ama a sí mismo, porque ninguno odia nunca a su propia carne. La carne, por tanto, significa a la mujer, como algunas veces el espíritu significa al hombre. El marido gobierna, la mujer es gobernada; el marido manda, la mujer sirve. La casa donde manda la carne y sirve el espíritu va mal. ¿Qué hay peor que una casa donde la mujer manda sobre el marido? En la casa ordenada manda el marido y obedece la mujer. El mismo hombre entonces obra rectamente, cuando obedece su carne y manda su espíritu.
15. Éstos, pues, han nacido no de la voluntad de la carne ni del hombre, sino de Dios. Mas para que los hombres pudieran nacer de Dios, Dios quiso nacer primero de los hombres. Cristo es Dios y Cristo Dios ha nacido de los hombres. Es verdad que no buscó sino una madre en la tierra, porque ya tenía Padre en el cielo. Nació de Dios para crearnos; nació de la mujer para crearnos segunda vez. No te extrañes, pues, oh hombre, de que seas hecho hijo de Dios por la gracia, pues naces de Dios conforme su Verbo. Primero quiso que su Verbo naciese del hombre, para que tú estuvieses más cierto de tu nacimiento de Dios, pudiendo decir: Dios ha querido nacer del hombre, porque me ha estimado en algo. Para hacerme inmortal, ha querido nacer Él mortal, por mí. De esta manera, cuando luego nos comunicase que habíamos nacido de Dios, no nos extrañásemos y horror¡zásemos de tan enorme favor. Nos tenía que parecer increíble que nosotros pudiésemos nacer de Dios. Por eso para tranquilizamos nos dice: El Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. No te extrañes, por tanto, de que los hombres nazcan de Dios. Pondera más el que Dios ha nacido de los hombres. El Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros.
16. Al hacerse el Verbo hombre y habitar entre nosotros, con su nacimiento forma el colirio que limpie los ojos de nuestro corazón y puedan ver su majestad a través de su humildad. Porque la curación de nuestros ojos se debe a que el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros, añade: Y hemos visto su gloria. nadie hubiera podido ver su gloria, si antes no hubiera sido curado con la humildad de su encarnación. ¿Cuál era el origen de nuestra ceguera? Atienda vuestra caridad y vea lo que digo. Había caído como polvo en los ojos del hombre, le había caído tierra, había enfermado su vista, no podía ver la luz. El ojo enfermo es después ungido para que sane, con tierra, porque con tierra había enfermado. Habías cegado por el polvo y el polvo te sana. La carne te había cegado y la carne te sana. Por consentir en los afectos carnales, el alma se había hecho carnal. Así es como había cegado el ojo del corazón. El Verbo se hizo carne. Éste es el médico que te preparó el colirio. Y porque el Verbo vino para borrar por la carne las manchas de la carne y matar la muerte con la muerte, es una realidad que porque el Verbo se hizo Hombre, tú puedes decir: Y nosotros hemos visto su gloria. ¿Qué gloria? La gloria de haberse hecho hijo del hombre tal vez. Esto es su humildad, no su gloria. ¿A dónde llega entonces la vista del hombre, curada ya por la Encarnación? Dice: Hemos visto su gloria, la gloria propia del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. De la gracia y de la verdad trataremos en otro lugar en el mismo Evangelio más largamente, si el Señor nos lo concede. Ahora bastan estas cosas. Edificaos en Cristo, confortaos en la fe y velad con las buenas obras. Y no os separéis del madero con que habéis de atravesar el mar
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