SATURNO EN LA ASTROLOGÍA MODERNA

José Antonio Delgado Gonzalez


La astrología moderna ha experimentado un auge en los últimos años. De hecho, su diversificación en versiones varias, todas ellas adaptadas a las concepciones y perspectivas de quienes las detentan, son algo más que una mera coincidencia o el fruto de una moda pasajera. Al igual que sucede con el interés por la mística y por la simbología, el caso de la astrología representa una necesidad de profundización en el conocimiento del alma humana y, lo que resulta, al menos, de igual importancia, su correspondencia con los conocimientos objetivos de la ciencia (Capra, 1997, Talbot,1995).

Teniendo esto presente, entiendo la astrología como una ciencia que estudia las influencias cósmicas en los diferentes entes y, en particular, en el ser humano. Este énfasis en la influencia planetaria en el ser humano, obliga a considerar los aportes de la psicología analítica, y, muy especialmente, los relacionados con el inconsciente colectivo y sus constituyentes, los arquetipos. El estudio de los arquetipos confiere al "arte interpretativo" de la astrología un carácter científico del que antaño no disponía.

El enfoque aquí adoptado entiende al ser humano como a un microcosmos, que en sí mismo es un reflejo del Universo, es decir, del macrocosmos. Con esta concepción me aproximo a alquimistas de la talla de Paracelso y Aggripa.He desarrollado, en otro lugar, las bases científicas de las influencias planetarias en la psique humana. Y la razón por la cual denomino científica a la astrología, así estudiada, se desprende inmediatamente de su atenta lectura. Por este motivo, no voy a detenerme en desarrollar en profundidad las susodichas relaciones. Sólo querría señalar aquí las importantes palabras del Dr. Fidelsberger (1985), fundador de la "Sociedad Astrológica Vienesa", en su magnífico libre Astrología 2000, por desgracia aún no editado en castellano: "A más tardar a comienzos del próximo milenio, la astrología se manifestará como una imponente estructura científica, en total concordancia con la medicina, la biología, la cosmología, la química, la física, la astronomía, la cibernética y la psicología". Así finalizaba su prefacio el Dr. Fidelsberger, vaticinando en los años setenta lo que hoy se ha transformado en realidad fáctica. En mi mencionado artículo, Simbología Inconsciente y Astrología Científica, recogí este testigo y traté de dar cuerpo a la ciencia más sistémica, amplia y complicada de cuantas se conocen hoy en día. Razón por la cual se comprende el animadversión del científico académico por esta importante ciencia.

Sin embargo, dejé el camino expedito para una minuciosa investigación, que permita ampliar el núcleo que allí se creó. La astrología psicológica se podría definir como aquella ciencia cuyo objeto de estudio es el carácter del ser humano. Por carácter debemos entender el conjunto de potencialidades o posibilidades de manifestación o expresión, el total de las reacciones para con el medio ambiente, amalgama que constituye la característica de la estructura personal o plan de desarrollo inherente e interno.El despliegue de este carácter, al que Jung denomina Si-mismo o personalidad total, se realiza en el transcurso de la vida, en el constante enfrentamiento con el mundo objetivo y con el mundo de los sueños, es decir, con lo inconsciente. En este despliegue de potencialidades, juegan un inmenso papel las propias tendencias, es decir, el núcleo innato de la psique, compuesto por los denominados arquetipos.

Estos son los planetas que vienen representados en el horóscopo natal. La educación es de suma importancia en el fomento o represión de estas potencias. El centro sobre el que gravita la astrología es el horóscopo natal o cosmograma, representación de los planetas en la carta de una persona, en el momento de su nacimiento. Este cosmograma es una placa radiográfica de la psique del individuo. Se corresponde con la imagen de un mandala individual y, por ende, es una imagen simbólica de la personalidad total o Si-mismo. Cada elemento constituyente del horóscopo es un símbolo de aquellas tendencias y potencialidades del individuo, pudiéndose leer en él cómo, dónde y de qué modo se pueden desplegar y desarrollar esas posibilidades de expresión.Hecha esta breve introducción, nos aventuraremos a estudiar el planeta Saturno en el marco de la moderna astrología científica y, más en concreto, en su aspecto psicológico.Saturno representa el principio de la limitación y, como consecuencia, el de la detención y el de la postergación. Asimismo, se le denomina el "Guardián del Umbral" (Fidelsberger, 1978).

Esta última designación es la más acertada de todas. Para comprender estas ideas, aparentemente contradictorios, tendremos que introducir el concepto de Si-mismo de Jung (1994a). El Si-mismo, en tanto que designa la existencia de una imagen simbólica, que desde siempre tiene un carácter central en el mundo de la imaginería del hombre, alude a la integración y unión de los opuestos psíquicos. Se trata de un concepto empírico de la personalidad total. En tanto que designa aspectos que en parte son conocidos y en parte no cognoscibles o aún no conocidos (es decir, en estado latente o potencial) es un postulado. Pero dado que, en la práctica psicológica, designa a un contenido inconsciente, que se manifiesta en imágenes claramente discernibles y delimitables, cual es el caso del sabio anciano, del mago, cristo, la cuaternidad, etc., es una hipótesis de trabajo, que se muestra muy útil para conceptuar la Imago Dei en el hombre.

Cada individuo es una ramificación de ese sí-mismo y se encuentra hasta cierto punto constreñido y compelido a las determinaciones individuales, flexibles pero no modificables, de su estructura de carácter, tal y como se simboliza en la carta natal.Si llegado el caso, el individuo se desviara del camino jalonado por su si-mismo, accesible a la conciencia gracias a la manifestación simbólica, generada por lo inconsciente, extraviándose por senderos laterales, entonces puede acontecer que la "garra del destino" lo paralice y lo haga retroceder de una forma ruda y sin contemplaciones. Entonces, deberá soportar las mayores vejaciones y penuarias.En este sentido Trismosin nos dice "Ovidio narra el caso de un sabio anciano que quería rejuvenecer. Para ello, era necesario hacerle pedazos y cocerlos completamente, pero no demasiado. Entonces sus miembros volverían a juntarse y a recuperar el vigor juvenil." El texto se refiere al renacimiento que tiene lugar tras el tránsito de Saturno por su posición natal, lo que sucede cada 29 años, aproximadamente (Greene, 1987). Cuando Saturno da una vuelta completa y se posiciona en su lugar natal, lo que este planeta representa se constela en la psique y se prepara para emerger a la conciencia.

Dado que Saturno es un representante simbólico de la sombra, es decir, de todo aquello que en el hombre hay de más burdo, feble, pueril, indiferenciado, rudimentario e inconsciente, material especialmente relacionado con el pasado biográfico y las imágenes parentales, así como con la cristalización e identificación inconsciente con la sombra familiar, el tránsito de este planeta requiere de un esfuerzo moral sobresaliente. Pues todo lo que él representa se actualiza y el individuo debe afrontar el caos y la negritud (en tanto que incomprensión de todo un magma de contenidos inconscientes, que en ese momento aflora) que pertenecen a su propia naturaleza. Y ese arrostramiento de la sombra es algo preestablecido por el destino, en tanto que es una fase arquetípica que todo hombre debe atravesar. Saturno se encarga de velar que ese proceso transcurra, pues, de no ser así, la tendencia natural es la de dejar que el cáliz pase de largo.Uno podría preguntarse en este punto qué cosa positiva se puede extraer de ese caos, de esa lucha de tendencias contrapuestas, de ese desgarramiento interior que produce Saturno. Y de hecho eso es lo que uno tiende a preguntarse cuando se encuentra inmerso en la noche saturnal de la desorientación y del caos.

Pero si consideramos que, en el simbolismo de la alquimia, Saturno representa el material sobre el que se consuma el Arte Regia, la sustancia burda e informe, esto es, la materia prima, en tanto que estado impuro, putrefacto e inconsciente que necesita de redención y que, bajo este sustrato, se encuentran los gérmenes de la futura vida renovada, de pronto se aclara el enigma.Estos gérmenes pueden ser cultivados con un enorme esfuerzo (moral, espiritual y material) pues vivifican el oro alquímico. En suma, encontramos que, bajo la más absoluta de las oscuridades, es decir, en la mayor de las desorientaciones, en la incomprensión y en el dolor sufrido por la desintegración de las estructuras pasadas, se está gestando una unión divina, de la que surgirá un nuevo ser, un niño divino de progenitores arquetípicos.

Ese nuevo ser, que nacerá de la unión de los opuestos, en la oscuridad más impenetrable (von Franz, 1999), representa la personalidad renovada. Pero esto tiene lugar tras un enfrentamiento con la sombra. Por ese motivo el individuo se sentirá inadaptado con los valores del pasado y de la familia y nación (Goleman, 1999). Si estos valores se han incrustado en él, hasta el límite de que lo han impedido regirse por sus propios criterios y valores internos, Saturno tendrá un efecto implacable y doloroso. Habrá de romper con la identificación de sus imágenes parentales con los padres objetivos, para darse cuenta de que estas imágenes, en verdad, las porta él en su interior. El retorno de Saturno y el año precedente son decisivos. La desintegración de las inválidas y obsoletas estructuras, la desilusión y el derrumbe son los heraldos de la depresión y evaluación de lo que uno ha sido y ha hecho hasta el momento.A Saturno se le asocia con la vejez y con el tiempo. Así, Martínez Maza (2000) afirma que "(a Saturno) en época romana se le identificaba con el griego Cronos, pero no había parecido alguno entre los atributos de ambas divinidades salvo que ambos eran tenidos por los dioses más antiguos tanto en Grecia como en Roma".

En el tránsito de Saturno, la niñez psicológica llega a su fin. Obliga a mirar hacia atrás, para romper con las ligazones que nos unen a la infancia y a la familia. Compele a realizar una ruptura de la identidad inconsciente con los padres, hermanos y familiares. De igual modo, se penetra en las obscuridades de lo inconsciente y se llega a aquella libido de parentesco que nos liga a la familia, de manera que, ésta, se desliga de la misma para ampliar el término familia al "conjunto de las criaturas de Dios". El maestro Eckart dice a este respecto: "No vine para hacer la paz, sino (para llevar) la espada, y corté todas las cosas y separo al hermano, al hijo, a la madre, al amigo, que son en verdad tus enemigos. Si algo te es familiar eso es verdaderamente tu enemigo. Si tu ojo quiere ver todas las cosas y tu oído oír todas las cosas, y tu corazón recordarlo todo, en verdad tu alma tiene que estar dispersa en todas esas cosas".Asimismo, la confianza queda golpeada y mancillada, por lo que suelen aflorar todas las inferioridades anteriormente relegadas al desván de lo inconsciente, por medio de la represión. Puede surgir un sentimiento de inadaptación, que llegue a unas dimensiones tales, que uno no se reconozca en casi nada de lo que ha hecho o del modo en el que ha actuado hasta la fecha. Esto es tanto más cierto, cuanto menos haya vivido la persona su propia vida y mayor haya sido la influencia de sus padres. El retorno de Saturno es, en definitiva, un período de reevaluación, de liberación de las cadenas que unen con el pasado y una ruptura del "cordón umbilical" psicológico. Pese a lo difícil del tránsito de Saturno, este representa lo que en el fondo más íntimo uno quiere en la vida y ayuda a obtenerlo.

Son muchos los que están del todo enajenados de sus auténticas necesidades y deseos íntimos, habiendo adoptado los roles sociales o los familiares, las proyecciones de los deseos parentales o de la pareja, todos ellos impuestos desde fuera. Pero, dado que éstas no constituyen su verdadero destino, fruto de la personalidad total, las pérdidas que Saturno ocasiona se relacionan con todo aquello que, en realidad, uno no necesita y, en el fondo, nunca quiso para sí (Hand, 1976). El dolor que producen esas pérdidas, tiene su explicación en la proyección de la libido en las "cosas de este mundo" y en el correspondiente apego a los objetos, investidos de un valor emocional excedido. Sea como fuere, la ruptura de las proyecciones en los objetos y la retirada de la libido en ellos investida, nos brinda la oportunidad de ligarnos con la esencia más íntima, con el valor vital supremo que en las religiones ha recibido el nombre de Dios.

Por otra parte, a Saturno, en las tradiciones herméticas, se lo identifica con Satán "en cuanto materialización del Espíritu; es el Espíritu en la involución, que cae en la materia; es la caída de Lucifer, el portador de luz... El mito de Satán resume todo el problema de lo que se llama el mal" (Senard,1948). El mal es la ignorancia humana, es decir, la inconsciencia de los actos y de sus consecuencias. Y es así cómo Senard continúa diciendo que la maldad "no es más que la desviación de la luz primordial que, oculta en la materia, envuelta en la oscuridad y reflejada en el desorden de la conciencia humana, tiende constantemente a hacerse día". Pero Satán, como propiciador del mal, que atrae la oscuridad y el desorden como un malhechor, permite adquirir una actitud religiosa al convertirse en portador de luz. Y así, Senard dice "esta desviación, por los sufrimientos que entraña, puede sin embargo ser el medio de reconocer la verdadera jerarquía de valores y el punto de partida de la transmutación de la conciencia, que se hace luego capaz de reflejar puramente la luz original".Entonces y sólo entonces, Saturno puede desplegar su potencial civilizador. Y así, el individuo trabaja con aplicación y ahínco en el desarrollo de las semillas psicológicas recién conquistadas (plantadas). Estas habrán de ser cultivadas con gran dedicación para que den sus codiciados frutos (Greene, 1986). La gran paradoja de Saturno es la madurez que confiere su tránsito y, a la par, el nacimiento de un nuevo ser, de entre las derruidas estructuras que soportan un exoesqueleto endeble e inconsciente.

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