EL ESPÍRITU DE SATURNO

José Antonio Delgado Gonzalez


De Saturno se dice que, en un principio, reinaba glorioso sobre la Edad de Oro de la Eterna Juventud (Chevalier y Gheerbrant, 1995). Al igual que Satán, el ángel desterrado, Saturno fue destronado por su hijo Júpiter y "confinado bajo la tierra", tal y como aparece en la Iliada, donde se encuentra en un estado deplorable.Saturno figura en el Opus como símbolo inicial de la "puerta de las tienieblas" por la que debe pasar la materia, "para renacer regenerada, en la luz del Paraíso". A Saturno se le atribuye el estado inferior, vil y grosero. Boehme, en la Aurora Consurgens, lo llama "el regente frío, rígido, duro y severo", creador del esqueleto material del mundo.De él se dice que su influencia es responsable de las mayores calamidades y desgracias.

Por ello, se lo tenía como un planeta maligno. Pernety (1787) afirma que para los químicos herméticos Saturno representaba el metal plomo. Y los filósofos herméticos se referían a él como el color negro, el de la materia disuelta y putrefacta, o bien como el cobre común, el primero de los metales. Chevalier y Gheerbrant (1995) dicen, acertadamente, que estas son imágenes indicadoras de un fin y un principio, una parada en un ciclo y el comienzo de uno nuevo, acentuando más bien la ruptura o el freno que la evolución misma. Para la antigua astrología, Saturno es el principio de la concentración, de la contracción, de la fijación, de la concreción material, de la condensación y de la inercia.

Representa, además, la fuerza de la cristalización, de la condensación del vapor de agua, de la rigidez de las estructuras concretadas o manifestadas y endurecidas, oponiéndose, por tanto, a todo cambio o modificación (Hickey, 1992). La inflexibilidad es obvia en el principio encarnado por Saturno, pues cuando lo no manifestado cristaliza y se manifiesta en el mundo de la materia, poco margen de maniobra queda ya para el cambio.El Gran Maléfico es el nombre con el que los astrólogos antiguos lo conocían. Y con muy buenas razones si consideramos su simbolismo.

Representante de los obstáculos de toda clase, de las dificultades, de las carencias, de las detenciones bruscas, de la mala suerte, la impotencia frente a lo ya manifestado, y la parálisis del fluir de la vida (Chevalier y Greerbrant, 1995). Sus domicilios astrales son Capricornio y Acuario, signos opuestos a los domicilios de las luminarias, Sol y Luna, es decir, a los signos de Leo y Cáncer, respectivamente.A Saturno se le ha conferido desde muy antiguo, por los astrólogos, toda suerte de desgracias en la vida, por lo que lo han representado como el esqueleto con la Guadaña.

En ese sentido se lo asocia con Satán, siendo, de hecho, la residencia misma del diablo (Jung,1994a). Profundicemos un poco más en esta analogía. Según Schärf (1994) el nombre "Satanas" procede del verbo sàtan= impugnar, retar, perseguir y en forma más concreta: "impugnar por medio de acusaciones". Esta significación originaria tiene una importancia extraordinaria para la comprensión psicológica del término. En efecto, los períodos de influencia de Saturno, o sea, del diablo en cuanto Satanás, se asocian al inicio del proceso de individuación, cuando se produce la asimilación de la sombra.

En esos momentos, sucede que, el individuo proyecta en el prójimo todos los contenidos que hasta la fecha no ha admitido y que, por tanto, había reprimido. No es difícil observar, sobre todo al comienzo de dicho período, una posesión por parte de la sombra, lo que se traduce en una impugnación, harto exaltada, de los vicios no reconocidos, en la figura del prójimo.

El enemigo interno se proyecta en el otro y se vivencia desde el exterior. Por lo tanto, "la impugnación por medio de acusaciones" se corresponde con un estado psicológico de posesión por parte de una potencia autónoma de lo inconsciente que, en lenguaje del Antiguo Testamento, correspondería a Satanás. Y resulta muy interesante el apunte que hace Schärf acerca del verbo sàtan, cuando dice que "en un sentido primitivo, significaba una persecución en forma de impedir la marcha hacia delante, o sea: estorbar, oponer, impedir una intención". Por tanto, se trata del adversario o del oponente, figura que encaja con suma perfección con el concepto de sombra en psicología analítica.

Como dice el autor al tratar del concepto profano de Satanás y basándose en el Libro de los Reyes, "el adversario constituye lo opuesto a la paz, a la tranquilidad de esta vida, al estado de prosperidad segura y plena". La palabra sàtan la relaciona con "vicisitud". Y, más adelante, refiriéndose a II Samuel XIX, 23, cuando los hijos de Sarvia le quieren impedir conceder la vida a Semeí, condenada a perderla por un anatema de un antiguo rey, dice "el pasaje permite suponer, que aquí hay ya un concepto de enemigo (Satanás) interior, que se aplica simbólicamente a los hijos de Servia". Unos párrafos después, al referirse a II Samuel XIX, 23, dice "este pasaje excede también la confrontación concreta y expresa de "Satanás" como enemigo, en la medida en que lo confrontado se encuentra en el plano psíquico y se expresa con la imagen del enemigo exterior. El concepto profano de Satanás se transforma aquí en la imagen de una lucha interior".

En el Tarot, el símbolo de Satán, expresa la combinación de los cuatro elementos (agua, aire, tierra y fuego) en cuyo seno se desarrolla la existencia del hombre. En este punto, se asocia al hermafroditismo de Satán, la versión obscura del Andrógino (Nichols, 1997). Satán es el reflejo de Dios, su otra cara, la imagen en el espejo y la contrapartida de la divinidad.

El cometido de Satán o el Diablo (como imagen arquetípica) es el reducir, simbólicamente, a la caída al Espíritu: desposeer al hombre de la gracia de Dios para someterlo a su dominio. Y así, en Japón, los espíritus diabólicos que poseen al hombre son jactanciosos y orgullosos (Chevalier y Gheerbrant, 1995). Todo aquí evoca al infierno, en el que no existe distinción entre el hombre y el animal, entre la conciencia y lo inconsciente, pues están ligados, indiferenciados.

Pero, así como el Diablo es la figura despiadada y malvada que trasunta por entre las fisuras del entendimiento humano y provoca las más de las veces una inflación (Jung, 1997), traicionándolo y abocándolo a sus dominios, es la parodia de Dios, que como figura antropoide, representada en los sueños por la imagen de un negro primitivo o su equivalente racial, advierte de los peligros que corre aquel que utiliza las energías, por él conferidas, en favor del propio provecho.

Y en este orden de ideas, Rijnbert (1947) afirma: "El que aspire al saber escondido, al poder oculto, debe permanecer en equilibrio como el Prestidigitador, o mantener en jaque las tendencias opuestas del Abismo, como el héroe sobre su carro, adquirir la paz interior como el eremita, o difundir a la manera altruista del Ahorcado, vencedor de sus propios deseos, los beneficios de la ciencia, de lo contrario cae víctima de las corrientes fluidas desordenadas que ha evocado o proyectado, pero que no ha sabido dominar. Ante lo oculto es preciso renunciar a dominar, o resignarse a servir. Vencedor y vencido, uno no trata de igual a igual con las fuerzas de la Nada". Fuerzas que resultan imprescindibles para el equilibrio de la naturaleza (humana y no humana): sólo Lucifer aporta luz y se convierte en el Príncipe de las Tinieblas.

Este argumento enlaza con lo que señala Jung (1994) al establecer la relación de Saturno con Mercurio. El propio demonio simboliza la iluminación superior a las normas habituales, que permite ver más lejos, como si se poseyera un telescopio especial, y con más seguridad. Autoriza a romper las normas de la pura racionalidad, en nombre de una luz trascendente que es tanto del orden del conocimiento como del destino.Agrippa de Nittesheim dice de Saturno que es "un gran señor, sabio y cauto, autor de la contemplación interior" y continúa "defensor y desvelador de misterios".

Por tanto, Saturno tiene su aspecto positivo, como todo arquetipo. De esta suerte, su influencia confiere una profunda penetración, a fuerza de largos esfuerzos de reflexión, lo que se corresponde con la fidelidad a la propia naturaleza (al lumen naturae), a la ejecución de la Ciencia, a la renuncia a los bienes efímeros y al desapego por las "cosas de este mundo", a la castidad y a la adopción de una actitud religiosa. Y esta última se consigue después de una ruptura y un desapego, comenzando por la separación del bebé de su madre tras el parto, pasando por la ruptura del "cordón umbilical" psicológico, en tanto que subdesarrollo del anima como función de desarrollo con lo inconsciente y, por ende, de la identificación inconsciente o participación mística con la madre real, de carne y hueso, por la proyección del anima indiferenciada, lo que arrastra al individuo a una relación pueril con el sexo opuesto.

Y, por supuesto, todos los sacrificios y renuncias que la vida misma impone.Este proceso aboca en una madurez psicológica, fruto de la liberación de las ataduras a nuestra animalidad, a las posesiones materiales o inmateriales. Se consigue, con ello, una libertad que denota la ruptura de las cadenas que nos apresan a una instintividad y a una pasión enceguecidas. En este mismo sentido, la parálisis de la progresión libidinosa simbolizada por Saturno, nos obliga a considerar el desarrollo espiritual, moral e intelectual.

Este estado de parálisis y arrostramiento de lo que de más oscuro hay en la naturaleza humana, se relaciona con la primera fase de la obra alquimista, la ya referida nigredo y, por tanto, con el inicio del proceso de individuación.En ese mismo sentido, Mayer dice que la piedra no se oculta en el oro saturnal, sino en la fase negra de la putrefacción, que se encuentra al comienzo del opus y está regida por Saturno. Y esa fase negra de la putrefacción se corresponde con la "noche obscura del alma" de los místicos. Período previo a la unión mística o unión de los contrarios.

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